martes, 19 de mayo de 2020

Eric Clapton, “Hoochie Coochie Man” (XIII)


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T.

Hoochie Coochie Man es un viejo tema de Muddy Waters, que ha sido tocado por múltiples músicos. La grabación de Eric Clapton en vivo es un buen ejemplo.
Yo me aficioné a escucharlo con la versión que tocaba Larry Smith, un carismático personaje de la escena musical barcelonesa, en los garitos de música en vivo de Barcelona allá por el año 2013.  Como ya he relatado en alguna otra entrada, esos garitos eran a menudo escenario de mis maniobras orquestales en la oscuridad con diferentes citas de meetic.

Una de ellas fue T. 
Mi historia con T.  podría valer como ejemplo de que entre un hombre y una mujer puede existir amistad después del sexo.  De hecho, yo siempre he presumido de haber dejado buen recuerdo entre mis amantes. Aparte de que muchas de ellas me agradecieron explícitamente los “servicios prestados”,  con muchas de ellas, una vez terminada la relación sexual, conservé el contacto e incluso los encuentros esporádicos. Encuentros amistosos, quiero decir. Encuentros sexuales hubo también alguno que otro, pero en pocos casos. Yo tampoco he sido en general partidario de las segundas partes, reediciones o brindis por los viejos tiempos. Creo que se corre el riesgo de remover viejas heridas mal cicatrizadas, y si hay algo que tengo claro es que intento pasar por la vida sin lastimar a nadie. Ahora bien, como suele decirse, la noche nos confunde, y las copas más todavía, así que más de una vez he caído en la tentación, ¿quien no?

T. era sin duda una persona especial, sensible y delicada. Gran amante de la literatura, había estudiado dos o tres carreras, filología, historia del arte. Era todo un placer escuchar su conversación sobre esos temas, y comprobar la agudeza de su intuición e inteligencia para escuchar y comprender las confesiones íntimas que yo solía hacerle.

Recuerdo con nostalgia nuestras visitas al cine Verdi, ella vivía cerca de allí, en un pequeño ático, rodeada de gatos, una de sus grandes pasiones. Otra era sexear en su azotea, disfrutando del aire cálido de la noche, con vistas a los tejados de Gracia. 

A pesar de sus indudables cualidades, tampoco ella era mi mujer perfecta, de modo que decidí dar por terminados nuestros encuentros sexuales, antes de que la cosa se complicara demasiado. Era una persona que arrastraba múltiples complejos, producto de una infancia difícil y una personalidad un tanto solitaria y tímida.  Ello no fue óbice para que nos siguiéramos viendo ocasionalmente como simples amigos.

Debo decir también, en honor a la verdad, que la relación amistosa con mis ex amantes indefectiblemente siempre ha acabado por extinguirse, quedando como mucho algún mensaje por whatsapp en fechas señaladas.  La amistad es una planta que requiere constantes cuidados, y resulta sumamente difícil compaginar una relación de pareja con el contacto frecuente de examantes. Muy poca gente es capaz de contener los celos, por mucho que todo el mundo jura y perjura que no es celoso/celosa.

Yo siempre he pensado que las relaciones íntimas son un regalo, son la mejor expresión del contacto entre dos seres humanos, son una forma más de conocimiento, de compartir con el otro.  Y por lo tanto, me parece muy triste perder el contacto con una persona con la que hemos estado tan cerca, con la que hemos compartido momentos tan bellos y tan intensos, a la que hemos dado y de la que hemos recibido tanto placer. ¿No es absurdo que después de haber conectado nuestros cuerpos hasta lo más profundo, no volvamos a saber nunca más qué fue de aquella persona, hasta el punto de que incluso evitamos con nerviosismo cualquier mención a ella?   En fin, supongo que esto depende de la solidez de la relación de pareja que tengamos en la actualidad.

En todo caso, más de una vez he pensado que si me tuviera que hacer ilusión la asistencia de alguna persona a mi propio entierro, sería la asistencia de mis ex amantes. ¡Triste consuelo!

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