miércoles, 20 de mayo de 2020

El poder de la palabra ( XIV)


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 Klub Rider, “Sunset Time”

Mf.

Como ya he comentado alguna vez, una de las cosas más importantes en el mundo de las citas virtuales es el juego de la seducción. Naturalmente el disponer de un atractivo físico bien visible en las correspondientes fotos es quizá el requisito básico. La mayoría de los usuarios basa sus elecciones simplemente en la imagen, de ahí el éxito de aplicaciones como Tinder, mediante la cual simplemente vas hojeando fotos diciendo “esta sí, esta no”.

Ahora bien, para los que tenemos un mínimo nivel de exigencia más allá de una supuesta cara bonita (supuesta porque gran parte de las veces hay poca relación entre la foto y la realidad),  el juego empieza realmente a partir de ese momento.

En mi caso particular, en el fondo yo buscaba a mi media naranja, con perseverancia y sin desfallecimiento, por lo que un simple físico atractivo no me bastaba. Para mí siempre fue mucho más importante el texto de presentación de las candidatas que las fotos.  De hecho, nunca tuve ningún problema en dirigirme a perfiles sin foto. Por eso siempre preferí Meetic a otras plataformas que se basaban fundamentalmente en las fotos.  Al menos en mi época, Meetic era la web en la que los usuarios hacían constar mayor cantidad de información y donde las presentaciones eran más completas.

Recíprocamente, hubo temporadas en que mi perfil no tenía foto, y por tanto toda mi estrategia para captar el interés de las usuarias se basaba únicamente en el poder de la palabra. Esto sin duda me provocaba el rechazo de un buen número de proposiciones, pero probablemente las que conseguían prosperar eran más prometedoras. Y estadísticamente, dado que tampoco mi físico es para tirar cohetes, conseguía prácticamente el mismo éxito con y sin foto.

Eso hoy en día probablemente no sería posible, ya que debido al auge de esas aplicaciones tipo Tinder, la gente ya está muy acostumbrada a basarse en las fotos, y su ausencia hace sospechar que tienes algo que ocultar, sea un físico desastroso o un estado civil distinto del proclamado.
En todo caso, para ese segmento de usuarios que no pueden permitirse ser  identificados pululando por esas webs, el perfil sin foto sigue estando vigente.

Después de todos estos años de existencia de internet, mucha gente ha tenido experiencias de extraordinaria conexión con un desconocido o desconocida simplemente a través del chat, o incluso del correo electrónico. La imaginación es sin duda el mecanismo más erótico del ser humano, y para estimular la imaginación basta con usar bien la palabra. Pocos libros se venderían si no fuera así.

Cuando uno tiene poca experiencia en el mundo virtual suele ser más frecuente dejarse deslumbrar por esa conexión aparentemente mágica con un alma gemela que inesperadamente hemos encontrado a través del ciberespacio.  Yo empecé hace ya veinte años, en plataformas tan rudimentarias como  "Excite",  un invento que apareció a finales del siglo XX y que ponía en contacto via mail a usuarios que colgaban "anuncios por palabras" en la red. Qué tiempos. 

Conforme acumulas experiencia, compruebas que la intensidad de la conexión virtual no tiene forzosamente relación con la conexión en el mundo real, y menos aún con la atracción erótica y emocional. Por esa razón, en mis últimas temporadas procuraba abreviar en lo posible la “segunda fase”, la fase de intercambio de chats y correos, y procuraba conseguir una cita real cuanto antes. Lo contrario tan sólo conducía  a generar falsas esperanzas y decepciones. Por esa razón también evitaba  sin apenas excepciones los contactos fuera de mi región.

Aún así, como en tantos otros aspectos de la vida, lo ideal es encontrar ese punto intermedio: toparse con una conexión virtual sorprendente y estimulante, y pasar lo antes posible al encuentro real.

No negaré, de todos modos, que  he disfrutado de muy buenos ratos de charla virtual con numerosas usuarias. Y tampoco negaré que esas charlas han disparado mi imaginación, mis sueños, mis esperanzas o simplemente mi buen humor.

Y por el otro lado, me consta que también provoqué parecidos efectos en mis interlocutoras, incluyendo además en algunos casos episodios de excitación erótica y satisfacción sexual. 

La sexualidad femenina posiblemente depende de la excitación psicológica más que la masculina, por lo que no resulta extraño que muchas usuarias caigan seducidas por el poder de la palabra bien empleado.

La historia de Mf.  es buen ejemplo.  Antes de nuestra primera cita yo ya había conseguido “provocarle” un par de orgasmos… es decir, a través del chat ya la había excitado lo suficiente en un par de ocasiones como para que ella se masturbara leyéndome.

Consecuentemente, ella acudió a la cita en la mejor de las disposiciones. Recuerdo que al saludarnos por primera vez, frente a un conocido restaurante en la calle Enric Granados,  ella estuvo a punto de besarme en los labios directamente, o al menos eso leí yo en su gesto y en su mirada. No quise arriesgarme y yo lo desvié a la mejilla…  (por cierto… ¿volverán estas costumbres algún día, después de la pandemia?).

Por lo demás, la cena transcurrió con excitación in crescendo. Antes de los postres yo ya tenía sus bragas en mi bolsillo, fruto de una pequeña apuesta que habíamos urdido durante los chats previos.

Y, naturalmente, después de una breve copa dilatoria, fuimos directamente a mi casa…

“Sunset Time” era un chillout que solía usar yo como ambientación. La música es parte también de las armas de seducción, no lo olvidéis…


martes, 19 de mayo de 2020

Eric Clapton, “Hoochie Coochie Man” (XIII)


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T.

Hoochie Coochie Man es un viejo tema de Muddy Waters, que ha sido tocado por múltiples músicos. La grabación de Eric Clapton en vivo es un buen ejemplo.
Yo me aficioné a escucharlo con la versión que tocaba Larry Smith, un carismático personaje de la escena musical barcelonesa, en los garitos de música en vivo de Barcelona allá por el año 2013.  Como ya he relatado en alguna otra entrada, esos garitos eran a menudo escenario de mis maniobras orquestales en la oscuridad con diferentes citas de meetic.

Una de ellas fue T. 
Mi historia con T.  podría valer como ejemplo de que entre un hombre y una mujer puede existir amistad después del sexo.  De hecho, yo siempre he presumido de haber dejado buen recuerdo entre mis amantes. Aparte de que muchas de ellas me agradecieron explícitamente los “servicios prestados”,  con muchas de ellas, una vez terminada la relación sexual, conservé el contacto e incluso los encuentros esporádicos. Encuentros amistosos, quiero decir. Encuentros sexuales hubo también alguno que otro, pero en pocos casos. Yo tampoco he sido en general partidario de las segundas partes, reediciones o brindis por los viejos tiempos. Creo que se corre el riesgo de remover viejas heridas mal cicatrizadas, y si hay algo que tengo claro es que intento pasar por la vida sin lastimar a nadie. Ahora bien, como suele decirse, la noche nos confunde, y las copas más todavía, así que más de una vez he caído en la tentación, ¿quien no?

T. era sin duda una persona especial, sensible y delicada. Gran amante de la literatura, había estudiado dos o tres carreras, filología, historia del arte. Era todo un placer escuchar su conversación sobre esos temas, y comprobar la agudeza de su intuición e inteligencia para escuchar y comprender las confesiones íntimas que yo solía hacerle.

Recuerdo con nostalgia nuestras visitas al cine Verdi, ella vivía cerca de allí, en un pequeño ático, rodeada de gatos, una de sus grandes pasiones. Otra era sexear en su azotea, disfrutando del aire cálido de la noche, con vistas a los tejados de Gracia. 

A pesar de sus indudables cualidades, tampoco ella era mi mujer perfecta, de modo que decidí dar por terminados nuestros encuentros sexuales, antes de que la cosa se complicara demasiado. Era una persona que arrastraba múltiples complejos, producto de una infancia difícil y una personalidad un tanto solitaria y tímida.  Ello no fue óbice para que nos siguiéramos viendo ocasionalmente como simples amigos.

Debo decir también, en honor a la verdad, que la relación amistosa con mis ex amantes indefectiblemente siempre ha acabado por extinguirse, quedando como mucho algún mensaje por whatsapp en fechas señaladas.  La amistad es una planta que requiere constantes cuidados, y resulta sumamente difícil compaginar una relación de pareja con el contacto frecuente de examantes. Muy poca gente es capaz de contener los celos, por mucho que todo el mundo jura y perjura que no es celoso/celosa.

Yo siempre he pensado que las relaciones íntimas son un regalo, son la mejor expresión del contacto entre dos seres humanos, son una forma más de conocimiento, de compartir con el otro.  Y por lo tanto, me parece muy triste perder el contacto con una persona con la que hemos estado tan cerca, con la que hemos compartido momentos tan bellos y tan intensos, a la que hemos dado y de la que hemos recibido tanto placer. ¿No es absurdo que después de haber conectado nuestros cuerpos hasta lo más profundo, no volvamos a saber nunca más qué fue de aquella persona, hasta el punto de que incluso evitamos con nerviosismo cualquier mención a ella?   En fin, supongo que esto depende de la solidez de la relación de pareja que tengamos en la actualidad.

En todo caso, más de una vez he pensado que si me tuviera que hacer ilusión la asistencia de alguna persona a mi propio entierro, sería la asistencia de mis ex amantes. ¡Triste consuelo!

jueves, 14 de mayo de 2020

"Date prisa, antes de que venga mi marido"




Por romper un poco la secuencia de las últimas entradas,  transcribo unas anotaciones que he encontrado de aquellos tiempos:

“El otro día una señora estaba toda empeñada en que nos desnudáramos delante de la web cam. "Date prisa, antes de que venga mi marido". Pero señora por favor… que ya tenemos una edad… yo ahí en chandal tirado en el sofá de casa, sin afeitar… y la buena mujer (arquitecta, para más señas) allí en la pantalla con un antifaz en la cara sentada frente al ordenador y esperando que a mi me diera un ataque de lujuria y empezara a meneármela como los simios del zoológico???

Mare de deu senyor.  Luego dicen que si los hombres somos unos salidos.

Otra que estoy tanteando es una casada con 18 años de matrimonio. Está en meetic, pero eso sí, "yo a mi marido lo quiero muchísimo, sólo estoy aquí para hablar…."  Ya. Y para desnudarte en la webcam… que ya hemos visto de qué va el percal.  Para más inri, es ecuatoriana.  Yuyu. Como me pille el marido me raja de arriba a abajo, que estos latinos son muy pasionales…  :s"


Qué bueno que todo aquello ya es historia...

San Petersburgo (XII)


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Massive Attack,  “Blue Lines”

N.

El caso de N.  es un tanto peculiar dentro de mi historial de vivencias amorosas. De nacionalidad rusa, veintiocho años, cara aniñada, delgada, largas piernas, pelo corto, muy sonriente.

Yo solía desconfiar de las extranjeras, es una precaución elemental en internet. Aún así, su forma de expresarse culta y su charla interesante  vencieron mis reparos iniciales.  Además, la posibilidad de seducir a una preciosidad 14 años más joven que yo acabó eliminando toda reticencia.

En las dos primeras citas, diurnas, se mostró amable pero recatada. Al parecer vivía con un novio que viajaba mucho y ella se aburría bastante. Creo que buscaba relaciones más amistosas que sexuales.

En la tercera cita, nocturna, ya accedió a cena, música y copas. Se presentó  vestida con tejanos, mala señal…  Aunque no es determinante, en una cita la falda o el vestido (cuanto más corto mejor)  indica cierta predisposición o cuando menos, un deseo de agradar o seducir y por tanto la posibilidad de que pueda conseguirse algo. Aquí seguro que alguna feminista pondría el grito en el cielo, pero yo me limito a constatar hechos experimentados.

A pesar de los tejanos, conseguí una dosis de besos y magreo. Al acabar la cita, la acompañé de vuelta a su casa, vivía en una urbanización de lujo frente al mar, lo cual me dejó un tanto intrigado.

No volví a saber de ella hasta seis meses después. Yo ya estaba saliendo con otra chica, pero N. me saludó en el chat y enseguida me sugirió una salida nocturna. Dudé un poco pero la tentación era demasiado fuerte.

Se conectó por la mañana, nos saludamos y yo mantuve una distancia inicial, pero pronto vi que estaba amable y con ganas de quedar, sacó ella el tema del jazz. Me dijo de confirmarlo a las 7 y cuando se conectó confirmó que sí quería quedar. Tardó un poco en llegar pero cuando la ví aparecer con unos minipantalones provocativos, tuve claro que podía haber plan. Conversación formal en el coche, le puse la música de Massive Attack que me había dicho que le encantaba (a mí también). Tomamos unos pinchos en el vasco de la catedral, y algo de vino. Después fuimos andando al Harlem, ella iba parloteando, hablando de viajes que ella había hecho a países exóticos. Esa vida lujosa seguía intrigándome, pues yo continuaba con el prejuicio de que en el fondo buscaba un novio rico.

En el Harlem tocaban música brasileña. Estaba bastante concurrido, nos quedamos de pie en un rincón discreto. La música se fue animando, pedí una cerveza y ella un gintonic, buena señal. En poco rato la besé y ella aceptó, con algo de magreo incluido.

En el descanso salimos a fumar, y ella lió un porro. Volvimos adentro y ya estábamos en plan magreo así que sugerí marcharnos, pero ella estaba a gusto con su colocón y yo tampoco tenía prisa, valía la pena disfrutar el momento. Seguimos hasta el final del concierto, luego ella dijo que quería estirarse un rato, y ya la llevé hacia el coche. Caricias mientras conducía, empecé por los muslos, seguí por vientre y metí la mano bajo el pantalón, para acabar bajo el tanga. Noté humedad con los dedos, así que deduje que la cosa estaba a punto. A 200 por la autopista, ella dijo que le parecía estar en un videojuego... En el portal dijo que sólo subía a ver las vistas, bueno. Entró y dijo que no estaba a gusto pero fue al baño, mientras tanto puse luces y velas en el salón y ya empezó a relajarse. Besos y caricias varias, pero no había manera de quitarle el pantalón. Tuve que hacer diversas maniobras dilatorias, esperar que se relajara e insistir un poco. Finalmente en la hamaca de la terraza, con champán, conseguí empezar a besarle los muslos y poner mi boca en su entrepierna, sobre la ropa. Ahí ella ya se calentó, metí la lengua por el lateral, ella empezó a gemir y ya conseguí quitarle el pantalón. Via libre. Tanga negro de encaje, buena calidad. Lamida de coño. Tanga fuera. Más lamida de coño, yo sentado en el suelo, bonito espectáculo debía ser desde la calle, seguro, no sé si nos vería alguien. Seguí un buen rato y no había resultado aunque ella no paraba de gemir (todas las mujeres rusas con las que he estado han sido muy expresivas en ese sentido, no sé si es coincidencia o es que aprenden a fingir en la misma escuela). Metí dos dedos en el coño y continué chupando. Ella apretaba los músculos de la vagina alrededor. Yo los metia y sacaba mientras seguía chupando clítoris.  Le metí un tercer dedo en el coño. Dentro noté un objeto extraño, supongo un diu. Curioso. Tras un rato así ya me di por vencido. Ella se lió otro porro, sentada en la hamaca con el top y el coño al aire. Mientras lo liaba yo se lo acariciaba. Después de fumarlo traje la crema de masaje y la llevé al sofá. Tendida de espaldas, la desnudé del todo y le hice el masaje standard, dejando las nalgas para el final. Empecé a masajearlas, y ella empezó a gemir intensamente, levantando el culito, yo las toqué a placer y luego le di unos lametazos en todo el coño y el culo, lo tenía delicioso y de forma perfecta, pequeño, redondo, carne tersa y dura, coño rosado, poco pelo, rubio. Le lamí un rato el culo así y ya me levanté a por el condón, me lo iba a poner pero antes le acerqué la polla a la cara e hice que me la chupara. Lo hizo bien, sacando los labios, y empecé a bombear,  creo que me habría dejado correrme en su cara, pero yo quería follarla, me puse el condón y la penetré desde atrás.
(En aquella época, al llegar a este punto solía detenerme un instante a pensar en aquello de “otro ejemplar en la colección”…)
Ya sólo faltaba rematar la faena. Le cogí del pelo, rubio y fino, y le estiré la cabeza hacia atrás, con fuerza, le encantó. La follé así unos minutos y me corrí…

Tras el descanso ella dijo que tenía hambre, le saqué fruta con chocolate. Le encantó. Cogí chocolate con el dedo y se lo metí en la boca, ella de pie, yo a su espalda tocándole el coño con la otra mano… Ella hubiera vuelto a empezar a follar, probablemente no había conseguido su orgasmo a pesar de mis esfuerzos, pero yo ya estaba cansado y tenía que madrugar. Le dije de quedarse a dormir pero no quiso, no insistí, nos vestimos y la llevé a su casa.


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Una semana más tarde me propuso ir a la playa.

La verdad es que en otro momento de mi vida yo habría aceptado sin dudar, era un verdadero regalo en bandeja. Sin embargo, yo en aquel tiempo estaba inmerso en la fase inicial de otra relación prometedora y absorbente, y sinceramente no me quedaba energía ni tiempo para atender a una amante ocasional, por muy tentador que fuese su ofrecimiento.  Por diversos motivos, - diferencia de edad, de origen, de lengua materna, de intereses – nuestra conexión no pasaba de ser aceptable, lo justo para pasar unas horas agradables, no daba para mantener una relación seria, ni tampoco ella tenía esa intención conmigo. De modo que me excusé amablemente.

Dos semanas más tarde, tras un fin de semana que estuve ausente, recibí otro mensaje suyo diciendo que le habría gustado quedar ese finde. Bueno, está claro que le había dejado buen recuerdo, pero como digo, las circunstancias nos llevaron por caminos divergentes.

Pasó el tiempo, sin más contacto, hasta siete años después, un encuentro casual en un café. Yo estaba saliendo con otra chica, y ella se había separado recientemente. Quedamos a tomar algo unos días más tarde. Ella me tanteaba más que nada para ampliar su círculo de amistades de conocidos, por si le podía presentar a algún amigo bien situado. Yo comprendí la jugada y no volví a llamarla.

Perdimos de nuevo el contacto otros seis meses, nuestras situaciones respectivas no habían variado, yo mantenía por entonces una relación de baja intensidad que por un lado era cómoda, pero por otro no colmaba mis aspiraciones.

Volvimos a quedar un par de veces, la primera una cita inocente para comer, la segunda para cenar, ya más dispuesta, incluso me envió una foto sugerente el día anterior. Sin embargo, las cosas habían cambiado mucho en ocho años, yo había perdido ya mucho interés por los polvos esporádicos, lo que deseaba realmente era una relación estable y definitiva, y la conexión con N. era prácticamente nula, por diferencia de edad y de intereses. Seguía siendo atractiva, pero por varios comentarios durante la velada dejó entrever que lo que realmente buscaba era un tío con pasta que sufragara sus caprichos y viajecitos caros. De modo que todo el conjunto motivó que yo no pusiera gran interés en el proceso de seducción. Aún así, hubo besos y magreo en el coche, yo sugerí subir a casa, ella no quiso. Se dejó hacer tocamientos varios sin ningún problema, incluido un breve cunilingus,  pero no pasó de ahí. 

Después de aquella última cita decidí que no me valía la pena arriesgar la relación que ya tenía.  Ella también debió notar mi falta de entusiasmo, de manera que esa fue la última vez que nos vimos.  A veces es mejor conservar los buenos recuerdos y no intentar revivirlos… 


En todo caso, cuando escucho Massive Attack siempre evoco aquel polvo memorable en la terraza, una lejana noche de septiembre.



martes, 12 de mayo de 2020

Echo de menos nuestros encuentros robados… (XI)


Big Muff,   “My Funny Valentine”


V.  La primera cita  con V. fue una cena en un pequeño restaurante del Raval. Ella era niña pija, casada, y por tanto le convenía citarse en un barrio alejado de sus círculos habituales. Hubo algún beso y magreo de despedida, ella aún no estaba decidida a dar el paso en un primer encuentro.

El hotel Zenit era un discreto y elegante hotel en la calle Santaló, ubicación muy adecuada para citas discretas en horario de oficina. Yo lo conocía de haberme citado allí con Ca. un par de veces, y allí cité a V.  para consumar con ella su pequeña aventura extraconyugal. Por aquel entonces yo empezaba a estar cansado de aquella sucesión de historias intrascendentes, deseaba encontrar algo más estable, pero sin duda la inyección de euforia para el ego que suponía follarse a una rubita de la zona alta, sin más compromiso que el de satisfacer sus lujuriosos deseos, era una tentación difícil de resistir.

Al parecer nuestro encuentro le dejó buen recuerdo. Durante el fin de semana ella volvió a sus rutinas familiares, pero el lunes, de vuelta en la oficina, me contactó de nuevo.: 
 “- Te he echado mucho de menos… no paré de pensar en ti” – me dijo en el chat. 
Y  otra frase realmente halagadora: 
“- Ya sabes dónde encontrarme… cuando te apetezca”…

Nos citamos una segunda y última vez, en el hotel Senator, cerca del Camp Nou. Después mantuvimos contacto esporádico por chat y cada cual continuó con su vida… 

No he vuelto a saber de ella.