jueves, 7 de mayo de 2020

Diplomacia internacional (VIII)



Blue 6. “Sweeter Love”

Y.  
Sin duda una de las grandes ventajas de las citas por internet es la posibilidad de entrar en contacto con personas de fuera de nuestros círculos habituales, con quienes difícilmente coincidiríamos de ninguna otra manera.
Y. era una mujer distinguida, probablemente en sus 40 y muchos, hija de un diplomático extranjero, acostumbrada a los lujos de la alta sociedad, aunque también arrastrando un oscuro pasado de abusos que no viene a cuento detallar ahora.

Vivía en la parte alta de Barcelona, y recuerdo que en nuestra primera cita, después de invitarla a uno de los mejores restaurantes de la ciudad (el Gaig) y la posterior copa en una desaparecida discoteca de la Diagonal cuyo nombre no recuerdo, accedió sin dudar a trasladarnos a mi casa en las afueras. Valga este ejemplo como ilustración sobre el manido tema de si hay o debe haber o no sexo en la primera cita con un desconocido. Yo simplemente puedo constatar que, al menos en los tiempos anteriores al coronavirus, en caso de existir atracción mutua, aproximadamente en la mitad de los casos hubo sexo en la primera cita. Y no recuerdo de nadie que se arrepintiera de ello…

Lo de Y. fue una historia corta, básicamente yo estaba saliendo con otras chicas, y ella era demasiado mayor para mí. Aún así, era una mujer con un morbo indudable.  Recuerdo una excitante sesión de sexo virtual via webcam:

a mi me gustaría tragarla y juguetear con mi lengua
chuparla suavemente al principio
y poco a poco subir el ritmo y chupar mas fuerte
meterla hasta el fondo cada vez más rápido
+ y + y+ y+
hasta oirte kejarte de placer
y suplicandome  ke continue
cuando haga ademan de  soltarla y sacarla de mi boca
eso si frotandola con mis labios
y  kiero ver correrte
en mi boca porfavor
y chupo  tu jugo como un elixir
y te recompenso lameteando suavemente tus testiculos


Sin olvidar, desde luego,  un memorable mediodía “de trabajo” para comer y “siestear” a continuación en un lujoso hotel situado junto a la famosa torre Agbar.  La siesta,  por cierto, incluyó la sodomización de la elegante Y,  gran aficionada a esa interesante práctica. 

La canción “Sweeter Love” formaba parte del repertorio que yo solía utilizar como música de fondo para aquellos apasionados y excitantes encuentros...









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