martes, 30 de noviembre de 2010

Ella no estaba

Hoy he pasado casualmente por delante de la tienda donde S. trabajaba.
 Hacía meses que evitaba pasar por alli, era lo mejor. Pero hoy no he podido resistir el entrar y averiguar si seguía ahí o no.
 No estaba. No he querido preguntar. No se por qué, seguramente por miedo a confirmar mis temores. Llevo quizá seis meses sin saber nada de ella. Dejaron de llegar sus esporádicos mensajes. Siempre exquisitamente sentidos, delicados, certeros. Siempre me provocaban una sensación de amarga fatalidad.

 Toda nuestra historia estuvo plagada de extrañas piruetas del destino, de atracción y repulsión, de fascinación y rechazo. Felices coincidencias y amargas fatalidades. Siempre me quedará la duda de qué hubiera pasado si… 
 Cuántas veces he añorado su presencia. Cuántas veces he imaginado cómo habría sido tal o cual vivencia con ella, cuál habría sido su comentario, cómo habria ella disfrutado en aquel sitio, en aquel concierto, en aquel atardecer. 
 Y cuando pude escoger, siempre la rechacé. Siempre mis dudas, mi exigencia, mi búsqueda quimérica de una perfección imposible. 
 No es que me arrepienta exactamente. Es una sensación agridulce, dulce por los recuerdos inolvidables, agria por lo que no pudo ser, por las heridas producidas, las decepciones, las ilusiones bruscamente deshechas. 
 Quizá la palabra es tristeza.
 Querría saber qué es de ella. 
Era frágil. Muy frágil. Delicada como un cristal de hielo. Dura y fuerte a su manera, compartíamos la amargura del sinsentido de la vida, perdidos en nuestro particular infierno, nos sentíamos acompañados el uno por el otro como nunca nos habíamos sentido con nadie. Luego alzábamos el vuelo por breve tiempo y finalmente nos posábamos en el mundo real. Ahí yo recuperaba mis dudas, mis exigencias, me distanciaba de ella. O quiza me quitaba la venda de los ojos.
 Sea como fuere, nuestros caminos se cruzaban y se separaban, nunca juntos. Tan sólo unas breves y mágicas horas coincidían los rumbos. Finalmente yo tomé un camino lejos del suyo.

 Nunca podré olvidarla. 

 Pequeña hada, espero tu magia te guiara hasta tierras cálidas y frondosas. 
Mi beso más dulce. 
(Invierno 2009)

Patricia Barber

Escucho las canciones de Night Club, un cd de Patricia Barber. Ya casi no recordaba que me lo regaló S.
Sigo sintiendo esa punzada de amargura cada vez que me acuerdo de ella. No es justo que me viera obligado a romper algo tan delicado como nuestra amistad, nuestra relación. "Que me viera obligado", vaya un eufemismo. Supongo que debí ser valiente, enfrentarme a C, defender una amistad y una persona que se merecían ser defendidas.
Supongo fue el sentimiento de culpabilidad, pues si bien es cierto que la relación con S era "inocente" y no ponía en peligro la relación de pareja, también es cierto que yo durante aquellos meses descuidé la relación, a la que apenas veía futuro. Asi que supongo que por eso no luché, por eso claudiqué ante sus exigencias, pero de hecho fue el eslabón más débil quien pagó los platos rotos.
Y yo ahora me arrepiento, lamento la pérdida. Cuando C se va a cenar por ahi, y yo añoro la compañía de S para acudir a un concierto, a una cena.
Ignoro si hice mal en no apostar por ella como pareja. Nunca estuve convencido de ello, cuando tuve la ocasión. Al contrario, siempre pensé que mi busqueda no se detenía alli.
En cualquier caso, esta música me sumerge en la melancolía, la añoranza del pasado, ese sentimiento antaño tan conocido...

viernes, 24 de septiembre de 2010

Septiembre

Septiembre. Fin de verano. Un asco de verano, bien mirado.
Anyway, Aqui estamos. EN casa y solo, como era de esperar. Tampoco me importa. Ya pasó la época de las citas frenéticas, de los chats compulsivos.

Por fin, la madurez. Cierta madurez al menos. En otras cosas seguiré siendo siempre un gilipollas.
Serenidad, un mínimo de serenidad. Para pasar el dia paseando en bici, navegando, una cerveza en el puerto al atardecer, disfrutando del simple placer de contemplar ese cielo rojo y negro, deleitandome con el son delicado de unos acordes de guitarra.

Sí, he añorado compañía, quizá de A., quiza de S. Alguien con quien compartir placeres tranquilos y sutiles.
No se por qué resulta tan dificil compartir estas cosas con C. Tiene sensibilidad suficiente, quizá incluso más que yo. Qué nos sucede, pues?
Misterios de las relaciones, quizá puro cansancio.

Cierto que con S. parecía haber una magia que impregnaba ese tipo de instantes, pero en cierto modo yo era ajeno a esa magia, me limitaba a contemplarla con una sonrisa incrédula y divertida, sin creer del todo en ella.

Mi sempiterna racionalidad, esa que nunca me ha dejado disfrutar de las cosas.

Bien, poco más que decir. Siento una rabia contenida, no se por qué, el vino quizá. Veo que si siguiera en esta soledad mi caracter volvería a ser agrio, frustrado. Y sin embargo tampoco la convivencia me aporta la paz de espíritu. Quiza una combinacion de ambas.

viernes, 28 de mayo de 2010

El placer del riesgo

Te digo las instrucciones del juego...?

NO SABIA QUE HABIA JUEGO

si no quieres jugar...

NO, EXPLICA....

La puerta de la habitación estará abierta

Entra

veras poca luz

cierra

en el pomo de la puerta

por dentro

habra una venda para los ojos...

póntela

quedate junto a la puerta

respira

a partir de ese momento

harás exactamente lo que yo te diga

te atreves....?

PERO......PUEDO DECIR NO EN CUALQUIER MOMENTO NO?

no haras nada que no desees hacer....

el juego se acabará en el momento que tu decidas

ESPERO PODER LLEGAR HASTA EL FINAL....

ESO SIGNIFICARA QUE ME HA GUSTADO

estoy seguro de que te gustará...

HABRA ALGUIEN MAS?

no por supuesto

BUENO....

qué ropa llevas?

falda?

SI

MEDIAS DE LIGA

perfecto...

SUPONIA QUE TE GUSTARIA

Llevabas días chateando con él, sin saber cómo te has dejado seducir, te inspira confianza y tu instinto nunca te ha fallado. No es la primera vez ni mucho menos que haces sexo con extraños, así que decides acudir a la cita y lanzarte al vacío, en busca de esa sensación de vértigo que te hace sentir viva.

Llegas a la hora convenida, a mediodia, entras al vestíbulo del hotel, te ha enviado un sms con el número de habitación. Le haces una llamada perdida para indicarle que has llegado. Subes en el ascensor. Caminas, nerviosa hasta la puerta de la habitación, que está entreabierta.

El corazón se acelera, pero lo has decidido y entras en la oscuridad. Tal y como te indicó, hay un antifaz en el pomo de la puerta, por dentro. No se ve a nadie en la habitación oscura, se adivinan algunos puntos de luz, parecen velas encendidas. Se oye música chillout, sensual y rítmica. Cierras la puerta, sin pensarlo más te colocas el antifaz y esperas, con el abrigo en la mano. Sigues sin ver ni oir a nadie, haces un esfuerzo y articulas un “hola”.

Con el corazón palpitante y la respiración acelerada oyes unos pasos que se acercan sobre la moqueta, una voz masculina te responde, “Hola”, es una voz cálida y segura, te inspira confianza. Notas como te coge el abrigo que sostenias en el brazo y al mismo tiempo una mano te coge la tuya, la levanta y notas unos labios que la besan suavemente. Te sorprende gratamente el detalle. Sonríes y protestas “Estoy en desventaja” musitas. “Ven” te contesta suavemente la voz, tranquilizadora, te guía de la mano unos pasos y a continuación te abraza por la cintura con un movimiento delicado y envolvente y sientes sus labios sobre los tuyos, un beso corto pero sensual. Te suelta, y oyes un liquido que se derrama en un vaso, te coge la mano y te coloca en ella una copa. Tienes que volver al trabajo por la tarde y protestas “No puedo beber”, “Bebe un sorbo” te dice, obedeces, notas las burbujas del champagne cosquilleando tu nariz, bebes un poco, sonríes al notar la calidad de la bebida. Empiezas a sentirte a gusto con lo que va sucediendo y te notas cada vez más excitada, intrigada, expectante... sigues de pie y notas su presencia moviendose junto a ti.
“Abre la boca” te susurra, obedeces dubitativa entreabriendo ligeramente los labios, notas de repente en ellos algo redondeado de textura suave que no identificas.
“Saca la lengua”, te ordena su voz, y tocas con ella el objeto, un tanto rugoso, empiezas a identificar su olor, lames ligeramente, parece fresa, te decides a morder despacio y en efecto, es una fresa, la saboreas y de repente notas su boca besando la tuya, esta vez un beso húmedo y profundo, juegas con el trozo de fresa entre tu lengua y la suya… Sin duda sabe besar, y tu excitación sube varios puntos más, te sientes lanzada en una espiral de sensaciones que gira cada vez más deprisa, empiezas a notar calor en tu entrepierna…

Te da a beber otro sorbo de champagne y vuelve otra fresa a tu boca, seguida de otro objeto diferente, más duro y rugoso, lo chupas ya sin dudar, notas el sabor untuoso del chocolate, muerdes despacio, su interior se derrama en tu lengua, cremoso, el placer continúa invadiendote.

Sigues notando su mano rozando la piel de tus brazos, o rodeando tu cintura, ahora notas una caricia suave en tu cuello con un objeto pequeño, redondo y fino, luego el mismo objeto en tus labios, otra fruta quizá, sí, cerezas, otro beso embriagante, empiezas a abandonarte a su voluntad, tal como ya venías dispuesta a hacer, pero ya sin dudarlo.

Oyes un ruido sordo y te guia la mano al respaldo de una silla, que ha colocado junto a tí. “Para que tengas una referencia” te dice, notas como él se aparta de tu lado, parece que se sienta en una cama o sofa. Sigues de pie, erguida, sin ver nada a traves de la venda de tus ojos, la música envolvente continúa transportandote por este lugar cada vez más turbador. Palpas la silla unos instantes. Entonces te ordena, “Quítate la falda”, su voz suena suave pero decidida. Sin pensar, desabrochas el cierre y deslizas la falda por las piernas, te la quitas, la dejas caer al suelo. Llevas medias con liguero negras, un tanga rojo, intuyes su mirada explorándote, recreándose en tu figura, tu excitación sigue aumentando.
“Quitate el jersey”. Es un jersey de punto, es el mes de enero, fuera hace frío. Te lo quitas con cuidado, descubriendo el corset rojo que llevas debajo. Sientes un indecible placer al exhibirte así, erguida semidesnuda ante él, imaginas el efecto que causa tu cuerpo enfundado en lencería, expuesto a su mirada, provocando su excitación. La música sigue sonando a tu alrededor, él no dice nada, notas que se acerca despacio, se coloca a tu espalda, muy cerca, notas el roce de su ropa en tu piel desnuda, Te coge las manos desde atrás y las eleva hasta juntarlas por encima de tu cabeza, te dice que separes las piernas… te sientes completamente expuesta ante él, brazos en alto, tu torso arqueado, tus muslos tensos… y notas por fin sus manos empezando a recorrer lentamente tu cuerpo sobre la suave tela de tu lencería, descienden por ambos lados por tus caderas, hasta la fina piel de tus muslos que queda al descubierto, junto a tu vulva que ya notas húmeda y ansiosa, su respiración lenta pero excitada en tu nuca. Se recrea acariciándote todo el cuerpo, tus pechos, tus nalgas desnudas, tu entrepierna, tu respiración se hace más profunda y temblorosa. Notas cómo te desliza el tanga muslos abajo, sientes tu coño ya húmedo y caliente.

Tras quitarte el tanga te desabrocha el corset y se aparta de tu lado, prolongando tu deseo de más caricias, sigues de pie completamente desnuda salvo el liguero y las medias, con las manos detrás de la cabeza, entregada y caliente. Entonces te sorprende un contacto intensamente frio en tus hombros, notas algo semilíquido que se desliza por tu piel, reconoces en seguida un helado cremoso, que se desliza espalda abajo, haciendo círculos que te provocan escalofríos de placer, desciende por tu nalgas, se desliza por en medio, y luego te roza ligeramente tu vulva depilada. Te notas impregnada, como una tela fría y cremosa que vistiera de nuevo tu piel desnuda. Entonces notas que te coge la mano y te hace dar dos pasos, te inclina hacia delante y palpas un sofa de tela. Sus manos te obligan suavemente a apoyar los dos brazos en el sofa, mientras sigues de pie con las piernas separadas. Tu sexo rezuma ya gotas de flujo que asoman entre los labios mientras su lengua lame toda tu espalda recobrando el helado derramado. Notas su cara abrirse camino entre tus nalgas y su boca alcanzar tu coño, empieza a lamerte lenta y sensualmente mientras tú sientes cómo te derrites literalmente de placer. Empiezas a jadear y te ordena te pongas de rodillas en el sofa, le ofreces todo tu culo y tu coño que él sigue chupando con deliciosa insistencia. Empiezas a gemir de placer, tu excitación está ya al máximo disfrutando de su lamida, notas su lengua recorriendo con delicada maestría cada pliegue de tu vulva, hasta que no puedes más y te desplomas sobre el sofá, te giras y le pides levantando tu cara y abriendo tus labios: “Dame tu polla...” Él se aparta mientras tu sigues en esa postura, toda húmeda, tu boca entreabierta, esperando, oyes cómo se desnuda por fin y sientes como se acerca, pronto notas un pene erecto invadiendo tu boca con decisión. Lo chupas con avidez, ardiente de deseo, lo recorres con la lengua y los labios, disfrutando de cada centímetro, de toda su carnal potencia.

Entonces, mientras sigues así desnuda a sus pies, con toda su polla en tu boca, suavemente te quita la venda de los ojos...

Levantas la vista, recorres su cuerpo desnudo sobre ti, hasta encontrarte finalmente con su mirada.


Unas dos intensas horas más tarde abandonamos aquella habitación de hotel.

Aquel mismo día recibí un mail:

>From:
>To:
>Subject: A.
>Date: Thu, 11 Jan 2007 16:05:01 +0100
>ME HAS DEJADO SIN PALABRAS... PARA MI HA SIDO GENIAL... NO PUEDO BORRAR LA SONRISA DE MIS LABIOS... SIMPLEMENTE: GRACIAS...
>
>A.

lunes, 3 de mayo de 2010

A ciegas

Bueno pues hoy toca la historia de L. Es una historia curiosa, para mí al menos, poco habitual.

Supongo que el episodio podría encuadrarse en lo que se ha dado en llamar “sexo con extraños”. Es decir relaciones sexuales con alguien que no conoces de nada. Parece ser que hay quien lo hace en los parques por la noche, no se, no conozco ese ambiente, he leido en algun sitio que el Bois de Boulogne en Paris es un punto de encuentro clásico, no sé por estos lares si sucede algo así. Yo la verdad prefiero revestir las cosas con un poco más de sofisticación… y de comodidad!

La idea me la sugirió alguien en un chat, por lo visto fue una historia que le había sucedido a una amiga suya. Tenia un amigo virtual con el que llevaba mucho tiempo chateando, tanto que habian llegado a esa intensidad tan típica de las relaciones virtuales que las vives como si fueran arrebatadoramente perfectas cuando realmente el 90% es fruto de tu imaginación. Pero bueno, muchos hemos pasado por eso en algún momento de nuestro caminar por el ciberespacio. El caso es que estos dos estaban colgadísimos el uno del otro y no se habían visto nunca, pero ni en persona ni siquiera en foto!
Bueno pues acordaron verse en la realidad, pero para no romper la magia, quisieron seguir sin ver la imagen uno del otro. Así que montaron una cita a ciegas, pero en sentido literal, esto es, a oscuras! Es decir que no debian verse las caras en ningún momento, tan solo podían usar el resto de los sentidos, pero no podrían reconocerse si se encontraran en la vida cotidiana.
Dicho y hecho, se citaron en una habitacion de hotel, convenientemente preparada con cortinas cerradas, luces apagadas, y allí que consumaron su tan esperado encuentro.
Según me contó su amiga, fue una experiencia inolvidable…

El caso es que la idea me pareció muy interesante y la guardé en el cajón de las fantasías. Al poco tiempo, empecé un día un chat con una desconocida que no tenía foto en el perfil, al igual que yo. Le expliqué la historia y le propuse una cita a ciegas-ciegas. Vale que no era lo mismo que la historia que me contaron pues aquellos se conocían mucho del chat y había sentimientos implicados. Pero bueno, yo lo que buscaba era el morbo de tener sexo con alguien con quien te encontrabas por primera vez, que te citabas exclusivamente para ello y que además no sabrías nunca quien era, solo una sombra en la oscuridad, una fuente de sensaciones táctiles, olores, sabores, gemidos.

No sé si habéis oido hablar de una gente que organiza cenas a ciegas, vas a un restaurante, te vendan los ojos y a partir de ahí te hacen experimentar un mundo de sensaciones para el gusto, el oido, el olfato, el tacto… (Bueno eso también se lo podeís montar a vuestro amante en privado, ya os daré detalles en otro post…)
Pues esa era un poco la idea, vivir algo mágico y excitante, casi irreal, como en un sueño.

A la chica le gustó la idea y accedió enseguida, hicimos un poco de interrogatorio para ver si nos podriamos gustar mutuamente aunque claro, eso no lo sabríamos hasta el mismo encuentro. Lógicamente cualquiera de los dos podría abandonar la habitación si no quisiera seguir en algún momento… (Esto de citarse sin foto previa es una práctica de riesgo que me ha hecho perder el tiempo en unas cuantas ocasiones, si bien es verdad que a veces la sorpresa es agradable).

Quedamos para el dia siguiente a mediodia (la hora preferida de los amantes con compromisos…). Reservé el hotel, le di la dirección y me fui para allá. Me llevé una maleta entera con equipamiento vario. Unas cortinas viejas, unas velas, los altavoces del ipod… No conocía el hotel y no sabía si las ventanas filtrarían suficientemente la luz exterior. Efectivamente, me registré y pasé un rato preparando el escenario para conseguir la mínima iluminación que permitiera salvaguardar las espinillas y no andar a tientas pues si no la cosa podía derivar del morbo y el glamour al ridículo más desternillante. Le envíe un sms con el nro de habitación y me senté a esperar impacientemente, con el lógico nerviosismo de la novedad de la situación.

Por supuesto que no era la primera vez que yo mantenía sexo con alguien recién conocido, pero las circunstancias sí eran una novedad y en cualquier caso el sexo con alguien nuevo siempre me provoca tensión y excitación… faltaría más! Eso es lo que buscamos en el fondo ¿no?

Recibí un sms diciendo que estaba abajo. Según supe después ella tardó en subir pues llamó a una amiga para notificarle donde estaba y lo que iba a hacer… como mera precaución.

Yo había dejado la puerta entreabierta y estaba sentado en la butaca enfrente a ella. Sonaron pasos en el pasillo, la puerta se abrió y una silueta de mujer, delgada y bien proporcionada se recortó brevemente contra la luz exterior. Cerró la puerta y se quedó de pie en silencio. Su silueta había despejado mis dudas, me levanté rápidamente, susurré hola, y me acerqué a ella. Desde luego no distinguía sus facciones, tan solo veia la silueta de una mujer de estatura mediana, buen cuerpo, vestida con traje chaqueta, media melena. Ella permanecía callada. La cogí del brazo suavemente como para acompañarla e infundirle confianza, y acerqué mi rostro como para besarle la mejilla. Ella apartó el suyo pero sin retroceder, con lo que pareció que me ofrecía el cuello. Yo continué muy próximo a ella, dejando que nuestros cuerpos se acostumbraran a la presencia del otro, rozando las mejillas, sintiendo la respiración. Empecé a rozar con mis manos sus brazos, su cintura. Poco a poco los roces eran más definidos, empecé a bajar las manos desde las caderas hacia los glúteos y a inclinar la cabeza rozando su cuello con mis labios. Todas las señales eran positivas así que ya empecé a deslizar las manos por debajo de la ropa, le acaricié la entrepierna buscando provocar su excitación. Nos besamos en la boca, me gustó su aliento, mi excitación iba creciendo. Ella se quitó la chaqueta, yo le desabroché la blusa y empecé a besarle el pecho sin dejar de acariciarla, después descendí hasta el pantalón, lo desabroché y bajé la cremallera. Ella me desabrochó la camisa y me la quitó. La empujé suavemente sobre la cama y le quité los pantalones, sin quitarle las botas…

Unas tres horas más tarde ella se levantó, se vistió y recogió sus cosas. Yo seguía tumbado en la cama, extenuado. La vi sonreir en la penumbra… dijo: “Bueno…. Adiós…”. “Ha sido un placer…” contesté, y salió de la habitación.

Mentiría si dijera que no habíamos cruzado más palabra. En alguno de los descansos algo comentó sobre la ambientación, pero eso fue prácticamente todo lo que hablamos… gemidos aparte… Por supuesto en la penumbra vislumbré sus facciones, pero desde luego sería incapaz de reconocerla a la luz del día.

La experiencia fue por tanto brutal, impresionante, inolvidable. La excitación que nos provocó a ambos hizo que el sexo fuera un puro deleite de pasión, una actuación impecable por ambas partes en calidad y cantidad.

Volvimos a chatear, claro. Los dos estuvimos de acuerdo en que la experiencia había sido mágica, y que debía quedarse ahí, en un inolvidable recuerdo.

Tiempo después, unas semanas, quizá un par de meses, decidimos repetir la experiencia. Lógicamente el morbo de la novedad ya no existía, y aunque fue un encuentro agradable, la realidad ya se impuso con algo más de evidencia. No eramos la pareja ideal, ella estaba casada, yo tenía otras historias. No le dije nada pero decidí no volverla a ver. O a tocar, mejor dicho.

No fue hasta un par de años más tarde que llegamos a ver nuestra imagen en el chat. En todo ese tiempo podíamos habernos cruzado por la calle y no reconocer a la desconocida persona que estuvo follando con nosotros una tarde de junio, a ciegas…

La vecina

Pues esta es una típica historia del chat, pero bueno, es mía...

Erase una vez una página de contactos en la que un servidor contactó un buen día con una señorita vecina de mi localidad.
- ¿Y en qué barrio vives?
- En tal
- Anda pues yo también
- Mira que si somos vecinos…
-
Pues sí, vivía en el bloque de enfrente, y compartía piscina conmigo.

- Pues nada que a ver si subes un día a casa a ver las vistas…

Bueno, pues hubo una cita previa acompañada de una amiga. La amiga, un poco más mayor y un tanto menos atractiva, me tiró los tejos descaradamente, medio en broma medio en serio. Ella, más jovencita (aunque no inexperta), estuvo más bien calladita y yo llegué a pensar que no habia nada que hacer. Ah, amigos, pero como bien sabéis, nunca hay que desfallecer ni perder la esperanza… Como yo digo, la vida da muchas sorpresas…

Un par de chats más tarde le propuse otra salidita y para mi sorpresa aceptó, sin amiga ni nada. En este punto de la historia puntualicemos un par de cosas. a) la verdad es que mucho en común no teniamos. Pero, b) tenía doce años menos que yo, era rubia y estaba buena como un bollicao.

Así que bueno, fuimos a cenar y luego una copa. Copio a continuación lo que escribí unos días después, es un estilo una tanto aséptico pero bueno, tampoco espero ganar el premio planeta...:

Durante la cena, frase clave, ella habia soltado “estamos aquí para lo que estamos”. En ese momento no le quise dar importancia pero ahora creo que ella lo tenia decidido ya con antelación. Total que en la segunda cerveza probé el beso y tras una breve duda aceptó, aunque se retiró pronto. No tuve que insistir mucho para poder repetir varias veces, cada vez más largos, y aunque le costaba entrar en el juego de lenguas, tampoco se negaba. Acabó el concierto y se levantó para irse. Caminamos hasta el coche, yo la cogía de la cintura sin más. Serian las 2, sugerí otra copa pero ella prefirió ir para casa. Conduje hasta mi casa. De algún modo yo notaba que ella estaba dispuesta así que sin preguntar nada meti el coche en mi parking y la llevé hasta el ascensor. No hubo allí roce excesivo que yo recuerde. Entramos en casa, ella preguntó donde estaba el baño. Yo puse música y luces tenues y salimos a la terraza, era finales de junio. Me acerqué por detrás, le acaricié los brazos y enseguida nos besamos. Aquí ya empezamos a ir más en serio, el beso fue total y empecé el magreo general. Al poco metí la mano en la entrepierna y le acaricié los pechos sobre la ropa. Su pantalón era muy ajustado así que intenté desabrocharlo. Era broche dificil y ella me ayudó, yo bajé la cremallera y le acaricié el pubis por encima del tanga. Le bajé el pantalón en la terraza y creo recordar que le besé las nalgas. Lamento decir que confundo un poco la escena con Victoria la rusa... Bueno, enseguida fuimos para adentro, ella se subió el pantalon pues lo tenia a medias. Nos recostamos en el sofa y le quité el pantalon y le chupé el coño sobre el tanga, blanco y como de seda o asi, luego le metí la lengua apartando la tela. Ella despues se metió conmigo, me desabrochó y yo me desnudé también. Enseguida se puso a chuparmela, yo recostado y ella encima, luego hicimos un 69 durante un rato, ella encima, recuerdo hundir mi cara en su culo levantado, duro y perfecto. Ella se incorporó y dandome la espalda se la metió por el coño, sin condon ni nada. Me sorprendió pero la dejé hacer, empezó a moverse y enseguida empezó a gemir, vi que yo aguantaba bien así que me dediqué a controlar la respiración y dejarla hacer a ella… Se corrió bastante rápido, luego se incorporó y nos besamos, me dijo “Soy muy egoista en el sexo”, le contesté que por mí podia utilizarme como quisiera…
El caso es que yo seguía teniendola dura asi que fui a por el condon, ella estaba sentada en el sofa, me acerqué y sin dudar se metió mi polla en la boca, yo de pie y ella sentada, muy sensual. Le acaricié el cabello rubio, muy fino y después se lo agarré con una mano moviendole la cabeza mientras me la chupaba… Al rato la saqué, le besé la boca y me puse el condón, se estiró sobre el sofa y me puse frente a ella, entre sus piernas abiertas, la moví para que estuviera cómoda y acerqué mi polla a su coño, un breve intento y la penetré de nuevo, yo tenia una pierna en el suelo, estaba medio incorporado y ella piernas levantadas y abiertas, empecé a follarla, mirando sus ojos y su cara de excitación, empezó a gemir y moverse, era obvio que le gustaba, yo diria que se corrió otra vez y entonces me corrí yo tambien, largo e intenso, muy bien…
Me habria gustado durar un poco mas y follarla por detrás pero la verdad estuvo muy muy bien y al ver su orgasmo me fue muy dificil contenerme, me di por satisfecho, una tia super joven (29) y preciosa, tiene unos pechos grandes y firmes, un culo perfecto, piernas largas y suaves y muy guapa de cara, la nariz un poquito larga.

Lo consideré un éxito total, ella comentó que le gusta “probar” a los amigos y sospecho que una vez “probado” será difícil repetir pero no imposible...



Bueno, pues imposible no fue. El caso es que nos vimos unas cuantas veces más aquel verano. En septiembre ya se echó un novio y ya perdimos el contacto.

Esos pequeños regalos de la vida...

Los amantes salvan matrimonios

Hoy he recordado la historia de R., de muy grato recuerdo. De hecho fue una de las primeras citas más emocionantes que he tenido, aparte de que luego pasaran otras cosas. Pero siempre que pienso en aquel restaurante recuerdo con fascinación la electricidad que circuló entre nosotros entre plato y plato, la conversación afilada, los dobles sentidos, la guerra de sexos, las miradas insinuantes, las sonrisas complacidas… Ella estaba casada, licenciada, joven, unos 28 años, alta y delgada -más alta que yo-, rubia, pelo corto. De rostro atractivo, peculiar. Habíamos chateado unas cuantas veces, siempre en conversaciones provocadoras, ella siempre jugando a demostrar que me superaba en cultura y conocimientos pese a los 10 años de edad que nos separaban.
El caso es que no esperamos a los postres, pedimos la cuenta y en el aparcamiento del restaurante al abrirle la puerta del coche ya nos besamos desaforadamente… El aparcacoches se nos quedó mirando divertido, pero se mantuvo prudentemente a distancia claro…
Subimos al coche y sin necesidad de preguntar conduje hasta mi apartamento. El ascensor sirvió de preambulo y al entrar en casa nos arrancamos mutuamente la ropa para caer enlazados sobre el sofa del salón…

Bueno dejo para otro día el detalle pormenorizado. La cuestión es que en los días posteriores sus comunicaciones fueron sorprendentemente apasionadas. Yo no olvidaba que estaba casada y por tanto no me esperaba que nuestro encuentro fuera a trastocarla de semejante manera. Yo le seguí el juego claro, para mi era una conquista espectacular aunque no veia ningún futuro plausible como relación. A los pocos días quedamos otra vez, de nuevo a mediodia, esta vez en un hotel de bcn. El encuentro fue igual de apasionado, aunque ahí yo ya empecé a temer que las cosas podían complicarse.

En días posteriores hubo un peligroso intercambio de sms’s (la bestia negra de los infieles). Recuerdo que ella me llamó o escribió desde una discoteca, un tanto afectada por el alcohol y dejandose llevar por sentimientos incontrolados… Como era de temer el marido acabó interceptando su movil y ahí ya se interrumpió el contacto.

No supe de ella durante semanas y llegué a temer por su integridad física… Finalmente volvimos a encontrarnos en el chat (me pidió que no la llamara) y me contó que todo estaba bien, que su marido cayó en la desesperación ante la posibilidad de perderla y que ella había decidido seguir con él, que las cosas iban mucho mejor. Me alegré por ella y por mi, pues tenía cargo de conciencia por haberle mandado aquellos sms, aunque fueron contestación a otros suyos. Meses más tarde volvimos a contactar y seguía felizmente casada…