lunes, 3 de mayo de 2010

A ciegas

Bueno pues hoy toca la historia de L. Es una historia curiosa, para mí al menos, poco habitual.

Supongo que el episodio podría encuadrarse en lo que se ha dado en llamar “sexo con extraños”. Es decir relaciones sexuales con alguien que no conoces de nada. Parece ser que hay quien lo hace en los parques por la noche, no se, no conozco ese ambiente, he leido en algun sitio que el Bois de Boulogne en Paris es un punto de encuentro clásico, no sé por estos lares si sucede algo así. Yo la verdad prefiero revestir las cosas con un poco más de sofisticación… y de comodidad!

La idea me la sugirió alguien en un chat, por lo visto fue una historia que le había sucedido a una amiga suya. Tenia un amigo virtual con el que llevaba mucho tiempo chateando, tanto que habian llegado a esa intensidad tan típica de las relaciones virtuales que las vives como si fueran arrebatadoramente perfectas cuando realmente el 90% es fruto de tu imaginación. Pero bueno, muchos hemos pasado por eso en algún momento de nuestro caminar por el ciberespacio. El caso es que estos dos estaban colgadísimos el uno del otro y no se habían visto nunca, pero ni en persona ni siquiera en foto!
Bueno pues acordaron verse en la realidad, pero para no romper la magia, quisieron seguir sin ver la imagen uno del otro. Así que montaron una cita a ciegas, pero en sentido literal, esto es, a oscuras! Es decir que no debian verse las caras en ningún momento, tan solo podían usar el resto de los sentidos, pero no podrían reconocerse si se encontraran en la vida cotidiana.
Dicho y hecho, se citaron en una habitacion de hotel, convenientemente preparada con cortinas cerradas, luces apagadas, y allí que consumaron su tan esperado encuentro.
Según me contó su amiga, fue una experiencia inolvidable…

El caso es que la idea me pareció muy interesante y la guardé en el cajón de las fantasías. Al poco tiempo, empecé un día un chat con una desconocida que no tenía foto en el perfil, al igual que yo. Le expliqué la historia y le propuse una cita a ciegas-ciegas. Vale que no era lo mismo que la historia que me contaron pues aquellos se conocían mucho del chat y había sentimientos implicados. Pero bueno, yo lo que buscaba era el morbo de tener sexo con alguien con quien te encontrabas por primera vez, que te citabas exclusivamente para ello y que además no sabrías nunca quien era, solo una sombra en la oscuridad, una fuente de sensaciones táctiles, olores, sabores, gemidos.

No sé si habéis oido hablar de una gente que organiza cenas a ciegas, vas a un restaurante, te vendan los ojos y a partir de ahí te hacen experimentar un mundo de sensaciones para el gusto, el oido, el olfato, el tacto… (Bueno eso también se lo podeís montar a vuestro amante en privado, ya os daré detalles en otro post…)
Pues esa era un poco la idea, vivir algo mágico y excitante, casi irreal, como en un sueño.

A la chica le gustó la idea y accedió enseguida, hicimos un poco de interrogatorio para ver si nos podriamos gustar mutuamente aunque claro, eso no lo sabríamos hasta el mismo encuentro. Lógicamente cualquiera de los dos podría abandonar la habitación si no quisiera seguir en algún momento… (Esto de citarse sin foto previa es una práctica de riesgo que me ha hecho perder el tiempo en unas cuantas ocasiones, si bien es verdad que a veces la sorpresa es agradable).

Quedamos para el dia siguiente a mediodia (la hora preferida de los amantes con compromisos…). Reservé el hotel, le di la dirección y me fui para allá. Me llevé una maleta entera con equipamiento vario. Unas cortinas viejas, unas velas, los altavoces del ipod… No conocía el hotel y no sabía si las ventanas filtrarían suficientemente la luz exterior. Efectivamente, me registré y pasé un rato preparando el escenario para conseguir la mínima iluminación que permitiera salvaguardar las espinillas y no andar a tientas pues si no la cosa podía derivar del morbo y el glamour al ridículo más desternillante. Le envíe un sms con el nro de habitación y me senté a esperar impacientemente, con el lógico nerviosismo de la novedad de la situación.

Por supuesto que no era la primera vez que yo mantenía sexo con alguien recién conocido, pero las circunstancias sí eran una novedad y en cualquier caso el sexo con alguien nuevo siempre me provoca tensión y excitación… faltaría más! Eso es lo que buscamos en el fondo ¿no?

Recibí un sms diciendo que estaba abajo. Según supe después ella tardó en subir pues llamó a una amiga para notificarle donde estaba y lo que iba a hacer… como mera precaución.

Yo había dejado la puerta entreabierta y estaba sentado en la butaca enfrente a ella. Sonaron pasos en el pasillo, la puerta se abrió y una silueta de mujer, delgada y bien proporcionada se recortó brevemente contra la luz exterior. Cerró la puerta y se quedó de pie en silencio. Su silueta había despejado mis dudas, me levanté rápidamente, susurré hola, y me acerqué a ella. Desde luego no distinguía sus facciones, tan solo veia la silueta de una mujer de estatura mediana, buen cuerpo, vestida con traje chaqueta, media melena. Ella permanecía callada. La cogí del brazo suavemente como para acompañarla e infundirle confianza, y acerqué mi rostro como para besarle la mejilla. Ella apartó el suyo pero sin retroceder, con lo que pareció que me ofrecía el cuello. Yo continué muy próximo a ella, dejando que nuestros cuerpos se acostumbraran a la presencia del otro, rozando las mejillas, sintiendo la respiración. Empecé a rozar con mis manos sus brazos, su cintura. Poco a poco los roces eran más definidos, empecé a bajar las manos desde las caderas hacia los glúteos y a inclinar la cabeza rozando su cuello con mis labios. Todas las señales eran positivas así que ya empecé a deslizar las manos por debajo de la ropa, le acaricié la entrepierna buscando provocar su excitación. Nos besamos en la boca, me gustó su aliento, mi excitación iba creciendo. Ella se quitó la chaqueta, yo le desabroché la blusa y empecé a besarle el pecho sin dejar de acariciarla, después descendí hasta el pantalón, lo desabroché y bajé la cremallera. Ella me desabrochó la camisa y me la quitó. La empujé suavemente sobre la cama y le quité los pantalones, sin quitarle las botas…

Unas tres horas más tarde ella se levantó, se vistió y recogió sus cosas. Yo seguía tumbado en la cama, extenuado. La vi sonreir en la penumbra… dijo: “Bueno…. Adiós…”. “Ha sido un placer…” contesté, y salió de la habitación.

Mentiría si dijera que no habíamos cruzado más palabra. En alguno de los descansos algo comentó sobre la ambientación, pero eso fue prácticamente todo lo que hablamos… gemidos aparte… Por supuesto en la penumbra vislumbré sus facciones, pero desde luego sería incapaz de reconocerla a la luz del día.

La experiencia fue por tanto brutal, impresionante, inolvidable. La excitación que nos provocó a ambos hizo que el sexo fuera un puro deleite de pasión, una actuación impecable por ambas partes en calidad y cantidad.

Volvimos a chatear, claro. Los dos estuvimos de acuerdo en que la experiencia había sido mágica, y que debía quedarse ahí, en un inolvidable recuerdo.

Tiempo después, unas semanas, quizá un par de meses, decidimos repetir la experiencia. Lógicamente el morbo de la novedad ya no existía, y aunque fue un encuentro agradable, la realidad ya se impuso con algo más de evidencia. No eramos la pareja ideal, ella estaba casada, yo tenía otras historias. No le dije nada pero decidí no volverla a ver. O a tocar, mejor dicho.

No fue hasta un par de años más tarde que llegamos a ver nuestra imagen en el chat. En todo ese tiempo podíamos habernos cruzado por la calle y no reconocer a la desconocida persona que estuvo follando con nosotros una tarde de junio, a ciegas…

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