lunes, 3 de mayo de 2010

Los amantes salvan matrimonios

Hoy he recordado la historia de R., de muy grato recuerdo. De hecho fue una de las primeras citas más emocionantes que he tenido, aparte de que luego pasaran otras cosas. Pero siempre que pienso en aquel restaurante recuerdo con fascinación la electricidad que circuló entre nosotros entre plato y plato, la conversación afilada, los dobles sentidos, la guerra de sexos, las miradas insinuantes, las sonrisas complacidas… Ella estaba casada, licenciada, joven, unos 28 años, alta y delgada -más alta que yo-, rubia, pelo corto. De rostro atractivo, peculiar. Habíamos chateado unas cuantas veces, siempre en conversaciones provocadoras, ella siempre jugando a demostrar que me superaba en cultura y conocimientos pese a los 10 años de edad que nos separaban.
El caso es que no esperamos a los postres, pedimos la cuenta y en el aparcamiento del restaurante al abrirle la puerta del coche ya nos besamos desaforadamente… El aparcacoches se nos quedó mirando divertido, pero se mantuvo prudentemente a distancia claro…
Subimos al coche y sin necesidad de preguntar conduje hasta mi apartamento. El ascensor sirvió de preambulo y al entrar en casa nos arrancamos mutuamente la ropa para caer enlazados sobre el sofa del salón…

Bueno dejo para otro día el detalle pormenorizado. La cuestión es que en los días posteriores sus comunicaciones fueron sorprendentemente apasionadas. Yo no olvidaba que estaba casada y por tanto no me esperaba que nuestro encuentro fuera a trastocarla de semejante manera. Yo le seguí el juego claro, para mi era una conquista espectacular aunque no veia ningún futuro plausible como relación. A los pocos días quedamos otra vez, de nuevo a mediodia, esta vez en un hotel de bcn. El encuentro fue igual de apasionado, aunque ahí yo ya empecé a temer que las cosas podían complicarse.

En días posteriores hubo un peligroso intercambio de sms’s (la bestia negra de los infieles). Recuerdo que ella me llamó o escribió desde una discoteca, un tanto afectada por el alcohol y dejandose llevar por sentimientos incontrolados… Como era de temer el marido acabó interceptando su movil y ahí ya se interrumpió el contacto.

No supe de ella durante semanas y llegué a temer por su integridad física… Finalmente volvimos a encontrarnos en el chat (me pidió que no la llamara) y me contó que todo estaba bien, que su marido cayó en la desesperación ante la posibilidad de perderla y que ella había decidido seguir con él, que las cosas iban mucho mejor. Me alegré por ella y por mi, pues tenía cargo de conciencia por haberle mandado aquellos sms, aunque fueron contestación a otros suyos. Meses más tarde volvimos a contactar y seguía felizmente casada…

No hay comentarios:

Publicar un comentario