martes, 30 de noviembre de 2010

Ella no estaba

Hoy he pasado casualmente por delante de la tienda donde S. trabajaba.
 Hacía meses que evitaba pasar por alli, era lo mejor. Pero hoy no he podido resistir el entrar y averiguar si seguía ahí o no.
 No estaba. No he querido preguntar. No se por qué, seguramente por miedo a confirmar mis temores. Llevo quizá seis meses sin saber nada de ella. Dejaron de llegar sus esporádicos mensajes. Siempre exquisitamente sentidos, delicados, certeros. Siempre me provocaban una sensación de amarga fatalidad.

 Toda nuestra historia estuvo plagada de extrañas piruetas del destino, de atracción y repulsión, de fascinación y rechazo. Felices coincidencias y amargas fatalidades. Siempre me quedará la duda de qué hubiera pasado si… 
 Cuántas veces he añorado su presencia. Cuántas veces he imaginado cómo habría sido tal o cual vivencia con ella, cuál habría sido su comentario, cómo habria ella disfrutado en aquel sitio, en aquel concierto, en aquel atardecer. 
 Y cuando pude escoger, siempre la rechacé. Siempre mis dudas, mi exigencia, mi búsqueda quimérica de una perfección imposible. 
 No es que me arrepienta exactamente. Es una sensación agridulce, dulce por los recuerdos inolvidables, agria por lo que no pudo ser, por las heridas producidas, las decepciones, las ilusiones bruscamente deshechas. 
 Quizá la palabra es tristeza.
 Querría saber qué es de ella. 
Era frágil. Muy frágil. Delicada como un cristal de hielo. Dura y fuerte a su manera, compartíamos la amargura del sinsentido de la vida, perdidos en nuestro particular infierno, nos sentíamos acompañados el uno por el otro como nunca nos habíamos sentido con nadie. Luego alzábamos el vuelo por breve tiempo y finalmente nos posábamos en el mundo real. Ahí yo recuperaba mis dudas, mis exigencias, me distanciaba de ella. O quiza me quitaba la venda de los ojos.
 Sea como fuere, nuestros caminos se cruzaban y se separaban, nunca juntos. Tan sólo unas breves y mágicas horas coincidían los rumbos. Finalmente yo tomé un camino lejos del suyo.

 Nunca podré olvidarla. 

 Pequeña hada, espero tu magia te guiara hasta tierras cálidas y frondosas. 
Mi beso más dulce. 
(Invierno 2009)

Patricia Barber

Escucho las canciones de Night Club, un cd de Patricia Barber. Ya casi no recordaba que me lo regaló S.
Sigo sintiendo esa punzada de amargura cada vez que me acuerdo de ella. No es justo que me viera obligado a romper algo tan delicado como nuestra amistad, nuestra relación. "Que me viera obligado", vaya un eufemismo. Supongo que debí ser valiente, enfrentarme a C, defender una amistad y una persona que se merecían ser defendidas.
Supongo fue el sentimiento de culpabilidad, pues si bien es cierto que la relación con S era "inocente" y no ponía en peligro la relación de pareja, también es cierto que yo durante aquellos meses descuidé la relación, a la que apenas veía futuro. Asi que supongo que por eso no luché, por eso claudiqué ante sus exigencias, pero de hecho fue el eslabón más débil quien pagó los platos rotos.
Y yo ahora me arrepiento, lamento la pérdida. Cuando C se va a cenar por ahi, y yo añoro la compañía de S para acudir a un concierto, a una cena.
Ignoro si hice mal en no apostar por ella como pareja. Nunca estuve convencido de ello, cuando tuve la ocasión. Al contrario, siempre pensé que mi busqueda no se detenía alli.
En cualquier caso, esta música me sumerge en la melancolía, la añoranza del pasado, ese sentimiento antaño tan conocido...