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Xaris Alexiou, “Patoma”
S. La historia de S. me daría para llenar veinte o
treinta páginas, de modo que mientras llega el momento de escribirlas, si es
que algún día lo consigo, me limitaré a citar algún recuerdo fugaz.
Entre los muchos regalos que me hizo S. se encuentra
esta deliciosa canción de una afamada cantante griega, que por supuesto no
suele oírse en los penosos circuitos comerciales que suenan por estos lares.
Qué decir de S… A menudo he pensado que fue el gran
amor perdido de mi vida. Sin embargo, el tiempo todo lo distorsiona, y cuando
estuve con ella nunca sentí que en efecto, ella fuera el gran amor.
¿Entonces…? Pues no sé, no tengo
respuesta.
Por citar un par de recuerdos que no suelo evocar, me
quedaría con una mágica primera cita en el piso de su pareja de entonces, que
se encontraba de viaje aquella noche…
Aquí podríamos aprovechar para tratar el
tema de las infidelidades, que tanto juego da en el mundillo virtual así como
en el real. Sin ánimo de extenderme, una primera reflexión sería que sí, que no
se trata de un mito, que las “infidelidades” son algo habitual cuando una
relación no es satisfactoria por el motivo que sea. Que la teoría es muy
bonita, que si no estamos satisfechos debemos hablarlo con la pareja y cortar
si es necesario, antes de empezar a pulular por esos mundos de dios. Pero la
realidad, queridos niños y niñas, es que somos humanos y las cosas nunca son
tan sencillas.
Yo habré estado con siete u ocho mujeres casadas o en
pareja, cosa que siempre he encontrado sorprendente, puesto que no me considero
un hombre especialmente atractivo. Sería lógico pensar que una mujer casada en
busca de una aventura pasajera busca un hombre atractivo que colme sus sueños
pasionales. Pues bien, ese pensamiento sólo sería reflejo de una muy pobre
comprensión de la psicología femenina. Y, en cierto modo, también de la
masculina. Las aventuras extraconyugales requieren sin duda, en ambos casos,
una cierta atracción física. Pero lo que fundamentalmente se busca es la
“sensación” de la aventura, la excitación de lo prohibido, el arrebato de vivir
una situación especial y estimulante. Y
para eso, aparte de esa imprescindible dosis de atracción física, lo más
determinante es saber jugar el juego de la seducción.
Volviendo a S,
que por cierto no entraría en la clasificación anterior, creo que
aquella primera cita fue una de las pocas veces en las que una extraordinaria
conexión virtual en el chat se tradujo en una experiencia real igualmente
extraordinaria, para las dos partes, me atrevo a afirmar. En cierta
ocasión, después de uno de nuestros encuentros, me envió un mensaje diciendo
“me siento como si me hubiera abducido un platillo volante y luego me hubiera
devuelto a la Tierra”.
A mí nuestros encuentros me dejaban la sensación de haber vivido unas horas especiales, mágicas, diferentes. Sin duda, estar
con ella siempre fue para mí una experiencia enriquecedora como persona.
Visto con la distancia, ¿acaso no consiste en eso el
amor? Quizá no únicamente… pero si volviera a
revivir el pasado quizá tomaría decisiones diferentes a las que tomé…
Espero hayas sido muy feliz, pequeña hada…