jueves, 23 de abril de 2020

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CORONAVIRUS



Más de dos años sin publicar, esto no parece tener vocación de continuidad. 

Resumen de la situación:  Confinados. Coronavirus. En pareja. 
Bueno, afortunadamente no estamos contagiados. O quizá sí, pero no lo hemos notado. 

Vida apacible, buenos alimentos (demasiados). ¿La felicidad era esto?  Bueno, confinamiento aparte, soy razonablemente feliz. Mi mayor preocupación, como la de la mayoría de "personas mayores", es la salud. No caer enfermos. Despertarse día tras día sin descubrir bultos extraños en algún rincón  absurdo del cuerpo,  sin identificar dolores o funcionamientos anómalos de los diversos órganos. Mantener un nivel de memoria aceptable, y una movlidad suficiente.  Con el confinamiento, basta con ir del dormitorio a la cocina. 

Relación de pareja tierna. Convivencia agradable. Relación sexual aceptable. Mi libido continúa en niveles subjetivamente pobres. Mi pareja, más joven, a duras penas se contenta. Objetivamente, llevamos un ritmo medio de unas dos veces por semana, así que en realidad está bastante bien. Aún así, noto que ya no fantaseo con el sexo como antaño, y eso me preocupa. Visto de otro modo, es una liberación de la tiranía de la carne. 

Lo malo es que la vida se vuelve bastante aburrida. Vegetativa, más bien. Apenas tengo motivaciones, impulsos, anhelos, intereses, de ningún tipo, así que más que aburrirme, vegeto, veo pasar los días, fugaces, uno tras otro, y por eso mismo me invade el terror contemplando los años escurrirse entre los dedos como los granos de un puñado de arena. 

Pero yo venía a hablar de amor, de amor en los tiempos del coronavirus.  Me ha asaltado la reflexión al recibir  felicitaciones de varias de mis ex amantes por el día de mi onomástica.  Siempre es agradable que se acuerden de uno, y más si se trata de personas de grato recuerdo. Luego he pensado lo difícil que será a partir de ahora  (para la gente en general quiero decir, yo ya estoy felizmente retirado del mundanal ruido) entablar amistad y relaciones carnales con desconocid@s en los nuevos tiempos que se avecinan. 

Afortunadamente yo tuve ocasión de vivir en una época despreocupada. Incluso el temor al sida se había disipado casi totalmente, hasta el punto de que no siempre se usaba preservativo en todas las ocasiones. 

Imagino que los jóvenes, menos afectados por el coronavirus, pronto olvidarán también los temores de posibles contagios. Otra cosa serán las relaciones para los que estén en la década de los 40, los 50.

En todo caso, desde mi perspectiva actual de relación estable, me pregunto si en el fondo esa colección de amantes esporádicas ha tenido algún valor vital.  Más allá de una felicitación en Navidad y un recuerdo más o menos borroso...  ¿realmente sirvió de algo? 

Hasta ahora me gustaba pensar que esa colección de experiencias llenó de contenido buena parte de mi vida. Mirar atrás y sentir que no todo fueron años desperdiciados. 

 Hoy me da por pensar que no fue más que el síndrome del donjuan inseguro que necesita patéticamente la aprobación externa para levantar una pobre autoestima. La engañosa aprobación de las mujeres que le entregaron su cuerpo, la falsa aprobación de los hombres que envidian su lista de conquistas. 

Sí, hubo mucho de eso. Pero para ser justos, también  hubo relaciones auténticas basadas en el intercambio de emociones y sentimientos.  Sin duda. Y esas son algunas de  las que a día de hoy aún mantienen la calidez del recuerdo, la felicitación aparentemente insignificante.

Así que, después de todo, no todo el tiempo fue perdido. 






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