jueves, 14 de mayo de 2020

San Petersburgo (XII)


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Massive Attack,  “Blue Lines”

N.

El caso de N.  es un tanto peculiar dentro de mi historial de vivencias amorosas. De nacionalidad rusa, veintiocho años, cara aniñada, delgada, largas piernas, pelo corto, muy sonriente.

Yo solía desconfiar de las extranjeras, es una precaución elemental en internet. Aún así, su forma de expresarse culta y su charla interesante  vencieron mis reparos iniciales.  Además, la posibilidad de seducir a una preciosidad 14 años más joven que yo acabó eliminando toda reticencia.

En las dos primeras citas, diurnas, se mostró amable pero recatada. Al parecer vivía con un novio que viajaba mucho y ella se aburría bastante. Creo que buscaba relaciones más amistosas que sexuales.

En la tercera cita, nocturna, ya accedió a cena, música y copas. Se presentó  vestida con tejanos, mala señal…  Aunque no es determinante, en una cita la falda o el vestido (cuanto más corto mejor)  indica cierta predisposición o cuando menos, un deseo de agradar o seducir y por tanto la posibilidad de que pueda conseguirse algo. Aquí seguro que alguna feminista pondría el grito en el cielo, pero yo me limito a constatar hechos experimentados.

A pesar de los tejanos, conseguí una dosis de besos y magreo. Al acabar la cita, la acompañé de vuelta a su casa, vivía en una urbanización de lujo frente al mar, lo cual me dejó un tanto intrigado.

No volví a saber de ella hasta seis meses después. Yo ya estaba saliendo con otra chica, pero N. me saludó en el chat y enseguida me sugirió una salida nocturna. Dudé un poco pero la tentación era demasiado fuerte.

Se conectó por la mañana, nos saludamos y yo mantuve una distancia inicial, pero pronto vi que estaba amable y con ganas de quedar, sacó ella el tema del jazz. Me dijo de confirmarlo a las 7 y cuando se conectó confirmó que sí quería quedar. Tardó un poco en llegar pero cuando la ví aparecer con unos minipantalones provocativos, tuve claro que podía haber plan. Conversación formal en el coche, le puse la música de Massive Attack que me había dicho que le encantaba (a mí también). Tomamos unos pinchos en el vasco de la catedral, y algo de vino. Después fuimos andando al Harlem, ella iba parloteando, hablando de viajes que ella había hecho a países exóticos. Esa vida lujosa seguía intrigándome, pues yo continuaba con el prejuicio de que en el fondo buscaba un novio rico.

En el Harlem tocaban música brasileña. Estaba bastante concurrido, nos quedamos de pie en un rincón discreto. La música se fue animando, pedí una cerveza y ella un gintonic, buena señal. En poco rato la besé y ella aceptó, con algo de magreo incluido.

En el descanso salimos a fumar, y ella lió un porro. Volvimos adentro y ya estábamos en plan magreo así que sugerí marcharnos, pero ella estaba a gusto con su colocón y yo tampoco tenía prisa, valía la pena disfrutar el momento. Seguimos hasta el final del concierto, luego ella dijo que quería estirarse un rato, y ya la llevé hacia el coche. Caricias mientras conducía, empecé por los muslos, seguí por vientre y metí la mano bajo el pantalón, para acabar bajo el tanga. Noté humedad con los dedos, así que deduje que la cosa estaba a punto. A 200 por la autopista, ella dijo que le parecía estar en un videojuego... En el portal dijo que sólo subía a ver las vistas, bueno. Entró y dijo que no estaba a gusto pero fue al baño, mientras tanto puse luces y velas en el salón y ya empezó a relajarse. Besos y caricias varias, pero no había manera de quitarle el pantalón. Tuve que hacer diversas maniobras dilatorias, esperar que se relajara e insistir un poco. Finalmente en la hamaca de la terraza, con champán, conseguí empezar a besarle los muslos y poner mi boca en su entrepierna, sobre la ropa. Ahí ella ya se calentó, metí la lengua por el lateral, ella empezó a gemir y ya conseguí quitarle el pantalón. Via libre. Tanga negro de encaje, buena calidad. Lamida de coño. Tanga fuera. Más lamida de coño, yo sentado en el suelo, bonito espectáculo debía ser desde la calle, seguro, no sé si nos vería alguien. Seguí un buen rato y no había resultado aunque ella no paraba de gemir (todas las mujeres rusas con las que he estado han sido muy expresivas en ese sentido, no sé si es coincidencia o es que aprenden a fingir en la misma escuela). Metí dos dedos en el coño y continué chupando. Ella apretaba los músculos de la vagina alrededor. Yo los metia y sacaba mientras seguía chupando clítoris.  Le metí un tercer dedo en el coño. Dentro noté un objeto extraño, supongo un diu. Curioso. Tras un rato así ya me di por vencido. Ella se lió otro porro, sentada en la hamaca con el top y el coño al aire. Mientras lo liaba yo se lo acariciaba. Después de fumarlo traje la crema de masaje y la llevé al sofá. Tendida de espaldas, la desnudé del todo y le hice el masaje standard, dejando las nalgas para el final. Empecé a masajearlas, y ella empezó a gemir intensamente, levantando el culito, yo las toqué a placer y luego le di unos lametazos en todo el coño y el culo, lo tenía delicioso y de forma perfecta, pequeño, redondo, carne tersa y dura, coño rosado, poco pelo, rubio. Le lamí un rato el culo así y ya me levanté a por el condón, me lo iba a poner pero antes le acerqué la polla a la cara e hice que me la chupara. Lo hizo bien, sacando los labios, y empecé a bombear,  creo que me habría dejado correrme en su cara, pero yo quería follarla, me puse el condón y la penetré desde atrás.
(En aquella época, al llegar a este punto solía detenerme un instante a pensar en aquello de “otro ejemplar en la colección”…)
Ya sólo faltaba rematar la faena. Le cogí del pelo, rubio y fino, y le estiré la cabeza hacia atrás, con fuerza, le encantó. La follé así unos minutos y me corrí…

Tras el descanso ella dijo que tenía hambre, le saqué fruta con chocolate. Le encantó. Cogí chocolate con el dedo y se lo metí en la boca, ella de pie, yo a su espalda tocándole el coño con la otra mano… Ella hubiera vuelto a empezar a follar, probablemente no había conseguido su orgasmo a pesar de mis esfuerzos, pero yo ya estaba cansado y tenía que madrugar. Le dije de quedarse a dormir pero no quiso, no insistí, nos vestimos y la llevé a su casa.


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Una semana más tarde me propuso ir a la playa.

La verdad es que en otro momento de mi vida yo habría aceptado sin dudar, era un verdadero regalo en bandeja. Sin embargo, yo en aquel tiempo estaba inmerso en la fase inicial de otra relación prometedora y absorbente, y sinceramente no me quedaba energía ni tiempo para atender a una amante ocasional, por muy tentador que fuese su ofrecimiento.  Por diversos motivos, - diferencia de edad, de origen, de lengua materna, de intereses – nuestra conexión no pasaba de ser aceptable, lo justo para pasar unas horas agradables, no daba para mantener una relación seria, ni tampoco ella tenía esa intención conmigo. De modo que me excusé amablemente.

Dos semanas más tarde, tras un fin de semana que estuve ausente, recibí otro mensaje suyo diciendo que le habría gustado quedar ese finde. Bueno, está claro que le había dejado buen recuerdo, pero como digo, las circunstancias nos llevaron por caminos divergentes.

Pasó el tiempo, sin más contacto, hasta siete años después, un encuentro casual en un café. Yo estaba saliendo con otra chica, y ella se había separado recientemente. Quedamos a tomar algo unos días más tarde. Ella me tanteaba más que nada para ampliar su círculo de amistades de conocidos, por si le podía presentar a algún amigo bien situado. Yo comprendí la jugada y no volví a llamarla.

Perdimos de nuevo el contacto otros seis meses, nuestras situaciones respectivas no habían variado, yo mantenía por entonces una relación de baja intensidad que por un lado era cómoda, pero por otro no colmaba mis aspiraciones.

Volvimos a quedar un par de veces, la primera una cita inocente para comer, la segunda para cenar, ya más dispuesta, incluso me envió una foto sugerente el día anterior. Sin embargo, las cosas habían cambiado mucho en ocho años, yo había perdido ya mucho interés por los polvos esporádicos, lo que deseaba realmente era una relación estable y definitiva, y la conexión con N. era prácticamente nula, por diferencia de edad y de intereses. Seguía siendo atractiva, pero por varios comentarios durante la velada dejó entrever que lo que realmente buscaba era un tío con pasta que sufragara sus caprichos y viajecitos caros. De modo que todo el conjunto motivó que yo no pusiera gran interés en el proceso de seducción. Aún así, hubo besos y magreo en el coche, yo sugerí subir a casa, ella no quiso. Se dejó hacer tocamientos varios sin ningún problema, incluido un breve cunilingus,  pero no pasó de ahí. 

Después de aquella última cita decidí que no me valía la pena arriesgar la relación que ya tenía.  Ella también debió notar mi falta de entusiasmo, de manera que esa fue la última vez que nos vimos.  A veces es mejor conservar los buenos recuerdos y no intentar revivirlos… 


En todo caso, cuando escucho Massive Attack siempre evoco aquel polvo memorable en la terraza, una lejana noche de septiembre.



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