martes, 29 de septiembre de 2020

¡Camarero! ¡La cuenta, por favor!



Aburrido  ante su insistencia, un viernes por la tarde accedí a dar conversación a una admiradora de un tal Alessandro Safina y otros melódicos italianos capaces de hacer que mi mp3 se practicara el harakiri en un arranque de desesperación.


El caso es que tras los devaneos de rigor, me muestra la foto y  - oh sorpresa- , se muestra una rubita de pelo lánguido y figura apetecible. La foto era de perfil y algo borrosa,  pero dada la pertinaz sequía que venía padeciendo en los últimos tiempos en lo que a humedales se refiere, me dije, “qué hay de malo en dejarse querer un poco”.


 Su profesión -me informó-, propietaria de un establecimiento de estética. Lagarto, lagarto -debía yo haber pensado -, pero me cegó el brillo dorado de un tinte capilar bien aplicado.


Ni corto ni perezoso la invité a cenar, después de un largo chat en el que prácticamente sólo hablé yo. Me venció la vanidad, debo decir.


Quedamos en el Born y me la encontré allí, toda sonriente ella. A mí se me congeló al instante la sonrisa y hasta los efluvios de Carolina Herrera que había malgastado tontamente: sus 45 años reflejados con creces en cada surco de un rostro vulgar, más un marcado deje post-industrial en el habla, esto es, del cinturón industrial deslocalizado. El tinte del pelo, eso sí, en su punto.


¿Cómo puedo tener tan atrofiado mi instinto depredador tras cinco años de inactividad? Pues así es. En fin , correcto que es uno (no es la primera vez que me veo en un brete semejante), continúo la velada con ánimo de apurar el trámite lo antes posible. 


Sirven los platos. 

- Qué tiempo más loco, esta primavera, ¿verdad?

-  Y tu a qué te dedicas concretamente?  - me dice. 

Ya me da igual, me invento lo primero que se me ocurre: 

- Soy controlador aéreo. 

- Ah, seguro que te he visto alguna vez! -  y  me hace los gestos del señalero delante del avión... 

La miro y asiento con la cabeza: sí, hija mía, eso mismo...

- ¡Camarero! ¡Traiga la cuenta, por lo que más quiera!









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