martes, 17 de noviembre de 2020

Amores crepusculares. (II)

 Gerona. 


Después de  algún breve chat quedamos en su ciudad, Gerona, un miércoles de enero por la tarde.

Edad, cincuenta y pico. Son muchos años pero de nuevo la sequía me impele a aceptar la cita... Las fotos son aceptables. 

La espero en la calle. Se acerca una mujer que se me queda mirando, deduzco que es ella.  Poco parecido con las fotos, que claramente son de hace siete años.  Pelo liso, algunas arrugas, representa perfectamente sus 54 años. Resignación. 

Andamos un poco y me lleva a un bar de vinos agradable. Pedimos dos copas y una tabla de  quesos de la región.  Hablamos un rato de vida, niños, separaciones y meetic. Es agradable, seria. Bastante desilusionada, no le gustan los tíos que ha conocido. Algún rollete, pero los que le gustan no la llaman, claro. Yo no la veo atractiva, sosita de cara, ojos pequeños y labios finos.  Delgada, eso sí.  Se levanta al baño, observo sus pantalones, unas piernas estilizadas y un culo contorneado. 


La noto a gusto conmigo, pero yo no doy pie a nada. Pedimos otra de vino,  hay cierta complicidad verbal. Miro el reloj, las 21.30 y pido la cuenta, pensando en largarme. Ella se adelanta y paga, 25 eur.  Me dejo invitar. 

Salimos del bar y no me atrevo a decir que me largo, pero tampoco sé de qué más vamos a hablar en la posible cena. Por otro lado me jode coger ya el coche de vuelta, y dar la noche por  perdida. 

Ella propone dar una vuelta por las callejuelas del casco antiguo.  Me lleva hasta un rincón pintoresco con una escalera medieval.  Me explica cosas de la historia de la ciudad, acercándose mucho, es evidente que le gusto, descaradamente. Y yo pienso en volver a casa solo y aburrido  y pienso "54 años, vale, pero no está tan mal, es delgada… ¿Cómo será hacerlo con una mujer mayor, como tantos chicos jóvenes lo hacen?.  Nadie me conoce en Gerona y a quién le importa con quién me acuesto, no es una conquista para enorgullecerse pero un polvo es un polvo... Una experiencia sexual vacía es mejor que ninguna experiencia, como decía el maestro Allen". 


Me pregunta “- Qué quieres hacer?”. Sonrío, le acaricio la cara y le digo, “Esto”  - y la beso. Se ríe y se deja. Me besa a mi también. Me dice que sé besar, que ya lo debo saber…Sí, lo sé.


Me pregunta otra vez, “ - ¿Dónde te gustaría ir?”  y le digo que a su casa. Se ríe, pero acepta. Insiste si  quiero comer algo, digo que sí, pero otra cosa.  Se ríe.  Nos besamos otra vez y vamos caminando al coche, ya de la mano. 


Subimos a su casa, un piso céntrico. La beso en el ascensor. Entramos en el piso, me sorprende mucho la decoración y la amplitud. Es moderno, con estilo, muchos cuadros y algunas esculturas, precioso. Cocina de diseño espectacular. 


Nos sentamos en el sofá, algunos besos, le pido una copa y que ponga algo de música. En la cocina hacemos un gintonic para mí  y  una caipirinha para ella.  De nuevo en el sofá, besos largos, le empiezo a meter mano. Espalda, torso. Le desabrocho el pantalón. Se lo quita. Zapatos y calcetines. Le acaricio un poco y ya le quito las bragas. Ella se va riendo un poco avergonzada. Yo voy sobre seguro, sé que le gusto y que está encantada de que le haga un favor. 


Bueno allá voy. Le beso un poco el vientre y los muslos y ya le como el coño. Lo tiene casi depilado, muy poco vello. Olor a sexo, pero agradable. Se humedece. Le hago un cunilingus "standard" sin lamer profundamente, sólo clitoris. Introduzco un dedo en la vagina, luego dos. Pronto empieza a gemir. Tarda unos minutos y se corre, incluso dos veces diría yo. Jadea suavemente. 


Bueno yo considero que ya he cumplido. Aún estoy vestido, ella desnuda de cintura para abajo. Me quito zapatos y pantalones, pues no la veo a ella muy decidida,  pero yo pienso "cobrar el servicio".  Me desabrocho la camisa, ella sentada en el sofá, me quito el slip. Me coge la polla, sin apenas erección, yo le ayudo un poco y le busco la boca, se la mete. Va creciendo, le marco yo el ritmo despacio y ya crece del todo, le penetro la boca lentamente hasta el fondo, ella colabora. Le cojo la cabeza y me muevo lentamente, recreándome. La saco y hago que me chupe el pene y luego los huevos. Estan bien depilados, así que le gusta,  se aplica un buen rato a comérmelos. Tras un rato así la tumbo en el sofá. Se la meto otra vez en la boca, de lado.  Ya busco condón y me lo pongo. 


La penetro por delante sin mucha ceremonia, la saco, vuelvo a entrar. Ella disfruta… Le separo las piernas, se las levanto arriba, y la follo un rato así, abierta.


“- No te esperabas acabar así la noche” – le digo, mirándola a los ojos, con mi polla clavada en su interior.

 “- No…” - contesta ella.


 Le digo algunas guarradas más, para acentuar el morbo de la situación. Al rato le digo que se dé la vuelta. Se arrodilla en el sofá, y yo de pie la penetro por detrás. Así estamos un rato largo. Al ir cambiando de posición, buscando que saque bien el culo, pierdo bastante erección. Cosas de la edad. Sigo bombeando bastante rato, recupero una erección aceptable pero veo que me será difícil correrme. Me quito el condón y le pregunto si puedo metérsela sin, no pone muchos reparos. Casi he perdido erección del todo pero recupero penetrándola. Me concentro,  la saco y le digo que me de la boca, dice que no, bueno, es comprensible. Sigo yo con la mano y me corro sobre su espalda, agotado y satisfecho. Me derrumbo en el sofá, ella se va al baño. Luego me ducho yo. 


Los dos estamos satisfechos, sonrientes. Yo un poco desconcertado, no sé, de repente pienso que he basado mis relaciones en la búsqueda de una mujer perfecta y al final resulta que todos los cuerpos son iguales y disfrutas igual. Ya no necesito exhibir conquistas ante nadie, ni tampoco ante mí mismo.

 

Por otro lado, ha sido una sensación extraña, dominar la situación, saber que sólo tenía que  proponerlo y que ella aceptaría tener sexo, encantada. No tener la sensación de tener que ganármelo como habría sucedido con una mujer más joven y atractiva.

 

Charlamos brevemente, me visto, me despido con besos y caricias. Estamos de pie junto a la puerta, yo ya vestido y ella cubierta sólo con la toalla. La beso deslizándosela hasta el suelo, la dejo desnuda de pie mientras la magreo,  recreándome en mi dominio sobre ella. 


Salgo a la calle, camino hacia el coche, un tanto turbado, divertido y sorprendido de cómo ha acabado la noche.


De vez en cuando, la vida... Como en los viejos tiempos…


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