jueves, 30 de julio de 2015

Mar en calma.

Dedico esta entrada, pues, a mi amable lectora Medeia.

La tempestad pasó, como pasan todas las tempestades. Las pasiones circunstanciales son siempre efímeras, aunque desde luego, el tiempo es relativo.

Mi fogosa amante tuvo su correspondiente crisis navideña, coronada por un segundo encuentro conmigo pasado Reyes. A partir de ahí se centró en su trabajo y sus hijos, y sólo nos volvimos a ver pasados un par de meses, tan sólo para charlar un rato.
También cabe decir que aparte de la atracción física que ella me producía, yo no sentí en ningún momento haber encontrado a la mujer de mi vida, por lo que es posible que ella percibiera cierta falta de implicación por mi parte que le ayudara a concluir que tampoco valía la pena enredarse en encuentros furtivos que no iban a solucionar las carencias de su vida afectiva.

Es curioso pero mis amantes casadas casi siempre me han durado exactamente dos encuentros. En el primero arde la pasión desbocada que mantiene durante los dias siguientes un estado de excitación fantasiosa (a menudo con sesiones de cibersexo y/o encendidos intercambios de mensajes), mientras que en el segundo, sin ser decepcionante, parece que recobran en cierto modo el sentido de la realidad y consiguen llegar a la conclusión de que bueno, ha estado bien pero tampoco vamos a tirar por la borda la estabilidad familiar por una aventurilla con poco futuro.

En este sentido, me reafirmo en el título de una antigua entrada del blog: "los amantes salvan matrimonios"…

En cuanto a mi mar encalmado, bueno, ahí sigo, flotando. El plácido bienestar…
Estuve un tiempo buscando nuevas aventurillas, pero sin resultado. Y la verdad es que ya cada vez me dan más pereza. Últimamente he abandonado la búsqueda. Quizá en las depresiones de otoño me vuelva a dar el ramalazo, no sé.  En cualquier caso, me hago viejo…


No hay comentarios:

Publicar un comentario