jueves, 1 de diciembre de 2011

Ópera

Opera

Vuelvo a mi historia con N. Ya os dije que habíamos cenado juntos y que en chats posteriores habíamos dicho de volvernos a ver. Ella vive fuera de Barcelona y tenemos horarios bastante incompatibles, así que sugerí que yo podía acercarme a su pueblo. La idea le pareció bien pero dijo que apenas había sitios para ir en esa zona, así que comentó algo de cenar en su casa… Buenooooo, abrí dos ojos como platos, que ella no vió, claro, el chat tiene estas cosas… Me ofrecí rápidamente a llevar el primer plato, el vino, el postre y lo que hiciera falta…

La cosa quedó un poco en el aire, pero unos días después volví yo a sacar el tema y ella seguía aceptando, solo había que encontrar una fecha. Yo ya me frotaba las manos (entre otras cosas porque le había comentado mi habilidad con los masajes… ante su manifiesta complacencia).

Pero ay!, como dice el refrán, no se puede vender la piel del oso antes de cazarlo. Días más tarde volvimos a hablar y… la cosa fue más o menos así:


- Ío: Saludos, bella dama, cuantos días sin el placer de leeros!
- Ella: Saludos, caballero, lo mismo digo.
- Ío: Vivo sin vivir en mí soñando con esa invitación que me hicisteis a pasar una velada en vuestra morada.
(Para mis adentros: … y con los postres que adivino vendrán después….)
- Ella: Ah, veo pues que la habéis tenido en consideración
- Ío: En consideración no, amada mía, la he tenido presente en mis pensamientos, como a vos, día y noche.
(a vos y a unas cuantas más, ejem)
- Ella (ríe con risa cantarina): No seais impetuoso, mi infiel caballero, todo a su tiempo.
- Ío: Tiempo es lo que me sobra mientras no gozo de vuestra compañía.
(de vuestro cuerpo quiero decir más bien….)
- Ella: Pues yo lo que deseo es asistir a la ópera. ¿Querreis venir conmigo?
- Ío: ¿Una ópera decís…? Sí…claro.. Nada me haría más feliz…
(Joder con la niña, qué ocurrencias)
- Ella: ¿Os gusta la ópera pues?
- Ío: ¿Gustarme? Entro en éxtasis siempre que veo una…
(En fase REM más bien diría yo, hacia el segundo acto…)
- Ella: Cuanto me complace oir eso, gentil galán… ¿Cuándo iremos?
- Ío: Estoooo, dejadme consultar la agenda, dulce dama, y os responderé tan pronto pueda.
(a ver si se me ocurre algo para escabullirme)
- Ella: Sea pues, adiós, adiós.
- Ío: A vuestros pies, señora.
(los pies y otras cuantas zonas anatómicas… espero…)

Así es que mi gozo en un pozo… habrá que marear la perdiz un poco más.

Ayssss lo que hay que hacer en esta vida por las mujeres… Yo óperas he visto en mi vida dos o tres y bueno… ya he tenido bastante. Hay una serie de arias y fragmentos, en especial de Puccini que me parecen obras maestras de la música y escucho frecuentemente. Pero una ópera completa… ufff. Mi oído no está suficientemente educado para tan “elevadas” composiciones.

Por otro lado, cual es realmente mi afinidad con N.? Como ya os conté, hace 4 o 5 años que chateamos, hemos estado al tanto de nuestros respectivos avatares amorosos y nos hemos hecho compañía virtual en largas y solitarias noches de ligoteos en la red.
Sin embargo, no sentí una especial afinidad o compenetración la noche en la que finalmente nos conocimos en persona. Tampoco fue indiferencia, pero no sentí la emoción inequívoca de ese feeling, ese vértigo que experimentamos al encontrar a alguien con quien intuimos que nos vamos a entender en todos los aspectos…

Claro que en cierto modo eso ya lo sabíamos de antemano, siempre habíamos comentado que ella y yo no eramos compatibles como pareja, de ahí que no nos hubieramos citado en todos estos años. Y por otro lado en nuestra cita tampoco tuvimos la emoción de ir descubriendo poco a poco las afinidades que nos unían, puesto que ya las conocíamos después de todo ese tiempo chateando.

Aún así, para mí es una mujer suficientemente atractiva e inteligente como para que valga la pena una aventura con ella… en las circunstancias apropiadas.

Porque el caso es que mi relación de pareja tiene desde siempre altos y bajos. Una de esas típicas montañas rusas en las que un día doy gracias al cielo por la fortuna de haberme concedido semejante regalo y otros días no me explico qué demonios hacemos juntos. Ayer fue un día-regalo, y por lo tanto… hoy no me apetece mucho ir a la ópera.

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